Blog de Manuel Saravia

Alcalde

Durante la Restauración los alcaldes de Valladolid duraban muy poco tiempo. La mayoría estaban en el cargo menos de un año. Y llaman especialmente la atención los relevos de finales de 1923 y 1924, con cuatro alcaldes en 15 meses. El primero fue José Morales, que tomó posesión el 1 de octubre de 1923 y dimitió en enero de 1924 por grave enfermedad. Luego llegó Blas Sierra, que solo estuvo 15 días y dimitió también por enfermedad. Le siguió Nicolás López Serrano, que estuvo 6 meses y falleció súbitamente. Vaya racha.

Tras él (después de que ocupase interinamente el cargo el primer teniente de alcalde durante 11 días) llegó Ramón Álvarez del Manzano. Duró un mes y ocho días, hasta que dimitió por falta de confianza entre los concejales que le eligieron. Menudo ajetreo. En la 2ª República los periodos de gobierno de los distintos alcaldes también fueron cortos. En el franquismo, sin embargo, la media de permanencia fue mayor, pero sin exagerar: algo más de 5 años. Pero los dos últimos alcaldes han estado hasta ahora 16 y 20 años, respectivamente. Constituyen la excepción, sin ninguna duda.

Lo habitual ha sido, por tanto, que la ciudad se haya movido sin depender de quién ocupase la alcaldía. Ha sido el empuje ciudadano quien ha impulsado el desarrollo o las reformas. Quien se ha hecho cargo de la decadencia, en algún periodo. O quien ha sabido reconciliarse con la realidad, en otras fechas. La figura del alcalde ha sido necesaria, sin duda. Pero no determinante. Más aún: salvo Miguel Íscar, que acertó con el Campo Grande y sobre todo tuvo suerte con la calle a su nombre, de la gran mayoría no queda mucho más recuerdo que el de muchos otros ciudadanos de Valladolid. Bien está. Aunque eso sí: no acaban de gustarme las razones «tipo 1924» para los reemplazos.


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