Blog de Manuel Saravia

El arte de la pereza

Definitivamente, no aciertan con algunos de los términos de la “ciencia de la eficacia”. Veo el libro de J. Manuel Elorduy, Manual de la eficacia (Everest, 1998), y no me convencen. Por ejemplo, cuando recomiendan “hacer la tarea lo peor posible”. Se quiere indicar con esa frase que hay que fabricar los productos “estrictamente dentro del estándar de calidad exigido porque, si se hace mejor de lo debido, es señal de que se derrocha algo o se desea regalar calidad”. Una idea no digerible, desde luego; pero una expresión menos asumible aún.

Tampoco parece muy acertada esta locución: “rutinizar lo rutinizable”. Pretende expresar la voluntad de normalizar todo cuanto se prevea que se repetirá, llevando a la consideración de rutina (de hábito que permite hacer las cosas sin pensarlas) las prácticas que se reiteran. En fin, no creo que utilizar la palabra rutina (asociada a las costumbres, pero también a la monotonía) sea lo más aconsejable.

Pero hay otro enunciado que lo veo especialmente desatinado. Me refiero a esta expresión: “El arte de ser científicamente perezoso”. Lo relaciona el autor con las investigaciones realizadas para evitar fatigas “innecesarias” y gastos “innecesarios” de energía, buscando el máximo rendimiento con el mínimo esfuerzo. Sin un gramo de más. Cuando una persona “acaba consiguiendo –sigue Elorduy- esa elegancia de movimientos del plusmarquista o del campeón del oficio” debe considerarse una persona “científicamente perezosa, ya que solo hace lo que es verdaderamente imprescindible”.

La pereza no es eso. Qué va. Sin necesidad de citar a Lafargue, podemos convenir que la consecución de los mayores ahorros de tiempo y energía en el trabajo no desembocan en la pereza. Es más, podría afirmarse que la contradicen. La pereza choca con el ritmo impuesto por la fábrica, con la persona-máquina, las cadenas y el sonido incesante del tic tac. Por el contrario, trabajar con cierta lentitud tiene su gracia. Porque permite hacerlo con gusto.

Y qué decir del “dolce far niente”. Pues eso: que es dulce. De hecho, no he leído ninguna justificación mejor de los valores de este grandísimo pecado capital que la que hicieron célebre Les Luthiers: “La pereza es la madre de todos los vicios y como madre, hay que respetarla». Ahí estamos.

(Imagen procedente de www.centpapiers.com)


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