Blog de Manuel Saravia

Cara o cruz, águila o sol

Hay tantos ejemplos… En Ginebra se elegían por sorteo los sacerdotes que debían visitar a los confinados en lazaretos, en épocas de epidemia. “En casos desesperados” los judíos decidían por sorteo quién debía matar a otro (lo he leído, de verdad). Al parecer, en Egipto adjudicaban por sorteo las tierras que debía cultivar cada familia. En el ejército del rey persa Cambises, “por falta de provisiones se eligió a suertes una décima parte de sus hombres para hacer comida de ellos”. Un abad nestoriano (de Constantinopla) recurrió al azar para decidir entre sus monjes quién estaba en posesión de la verdad, quién era ortodoxo y quién hereje. Según Graham Green siempre ha formado parte de las costumbres del mar la elección a suertes de la persona que sería víctima de canibalismo, en situaciones también desesperadas. La práctica de diezmar (asesinar a un rehén o a un soldado traidor elegido de entre otros diez) ha sido frecuente. Se ha sugerido (en serio) que la permuta aleatoria entre las familias de bebés recién nacidos podría tener el efecto positivo de asegurar la igualdad de oportunidades (defendido por J. Fishkin, entre otros). En el pasado, se elegían por sorteo los representantes políticos en las ciudades-estado griegas e italianas. El relato de Borges “La lotería en Babilonia” describe una sociedad en la que prácticamente todas las cuestiones se dejaban a la suerte. Tanto Agustín de Hipona como Tomás de Aquino legitimaban la elección por sorteo de los receptores de caridad.

El filósofo noruego Jon Elster estudia, en el ensayo titulado Domar la suerte (Paidós, 1991; del que tomamos casi todos los ejemplos anteriores) las limitaciones de la racionalidad. Y nos dice que, con frecuencia, “más que aceptar los límites de la razón, preferimos los rituales de la razón”. Y por eso seguimos practicando alegremente loterías y sorteos. Por supuesto, las viviendas públicas se adjudican mediante sorteo (en bastantes países). Se recurre a loterías para seleccionar las preguntas de muchos exámenes. Las inspecciones de la administración fiscal estadounidense se efectúan sobre bases aleatorias. Y en ese mismo país las licencias para efectuar perforaciones petrolíferas se asignan en parte mediante loterías. Y hay más. «Una moneda al aire decidirá la alcaldía de una localidad andaluza. Tanto PP como PSOE han obtenido el mismo número de votos, 603». Finalmente la alcaldesa de Tolox es del PSOE. Y el nombre de la ciudad de Portland (en Oregón) se decidió también echando una moneda al aire. Hasta hace bien poco el caso más conocido de loterías decisivas era el sorteo de quintas. Y hoy mismo estamos acostumbrados a otros sorteos relevantes: la selección del jurado. Porque en ocasiones, por más que nos cueste admitirlo abiertamente, estamos rendidos a la suerte. Las loterías también nos modelan. Como a Ella Baila Sola. Ahí estamos, sí.

(Imagen: procedente de www.elmira.es).


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