Blog de Manuel Saravia

Carta del viernes

Estimados lectores y lectoras, buenas noches.

Transcribo a continuación el texto que he presentado hoy en el debate de los cuatro candidatos a alcalde por Valladolid toma la palabra (Centro cívico Bailarín Vicente Escudero, 19-21 h).

Lo primero: un inmenso (porque inmenso es la palabra) agradecimiento a quienes de manera anónima vienen trabajando tanto, tan bien, tanto tiempo y con tantas ganas en este proceso de Valladolid toma la palabra. Sin ellos y ellas no existiría y hay que reconocérselo. En estos tiempos que corren, tan poco generosos con todas las militancias, los trabajos de este tipo son doblemente espléndidos. Gracias.

Gracias también al moderador, por aceptar la dirección de este encuentro. Y mi reconocimiento, por último, a los otros candidatos y candidata a la alcaldía. (Un amigo me aconsejaba: no digáis “candidato a encabezar la candidatura”, o cosas por el estilo. Hay que hablar de candidato a alcalde o alcaldesa, que es lo que somos).

Y comienzo preguntándonos: ¿Cuál ha de ser el cambio al que invita Valladolid toma la palabra? Depende del programa, obviamente. Un programa que se construye, como sabemos, en las asambleas. Pero de algún modo también obedece (con una incidencia probablemente reducida, pero significativa) de la actitud de quienes sean los responsables de llevarlo a cabo.

¿Cómo veo el cambio que debería producirse en la ciudad? Pues aunque habrá que pelear por más recursos (la financiación de los entes locales es un desastre) y habrá que instar a la modificación del marco legal; aunque habrá que transformar de forma relevante las instituciones (el ayuntamiento y todos los entes dependientes), en principio no lo veo como un problema de recursos, ni de leyes ni de reorganización de la administración. Se trataría (si se me permite la metáfora) de algo parecido a la rehabilitación de un antiguo caserío: hacer habitable el espacio para quien hoy se ahoga en él. Reorganizar el espacio para que todos tengan buenas viviendas, especialmente quienes hoy residen en sótanos irrespirables y sin luz.

El mito del ave fénix (una especie de águila de plumas doradas, rojas, azules y púrpuras) es estupendo. Y ahora oportuno. No solo renace de sus cenizas (lo que ya tiene mérito), sino que además sus lágrimas eran curativas. Qué bien nos vendría cuando andamos sobrados de lágrimas. Decían que se dejaba ver pocas veces, pero lo cierto es que ahora se le verá operar en Valladolid. Y la misma ciudad se reinventará sobre los restos del naufragio en que la ha abandonado el actual partido en el gobierno municipal.

Porque naufragio ha habido. Y enormemente destructivo. Los abusos sobre una ciudadanía dolorida han sido abrumadores. Como se evidencia en los intolerables desahucios y los salvajes intereses de demora en el pago de las hipotecas. O en las situaciones de desamparo de los ciudadanos que hubieran podido ser corregidas dentro de las capacidades, por muy reducidas que hayan quedado, del Ayuntamiento. La desigualdad creciente, la pobreza creciente y el deterioro de una democracia que se vacía de contenidos, junto a la sensación de no formar parte de los procesos políticos constituye el paisaje de este abandono. Es claro que hay un sector amplio de la ciudad que cree posible un reparto más equitativo de los costes sociales, un mayor empeño en impedir el deterioro de los servicios sociales o una mayor vigilancia para impedir el aprovechamiento indebido de algunos en perjuicio de la mayoría.

Un paisaje sin horizonte. Claustrofóbico. Que parece el infierno mismo que pintó El Bosco: “No se ve allí horizonte alguno. Ninguna continuidad entre las acciones, ninguna pausa, ningún camino, ningún plan, ni pasado ni futuro. Nada se ensambla: todo se interrumpe. Se trata de una suerte de delirio” (John Berger). Y así parece la política municipal. Un delirio sin continuidad alguna, que se limita a repetir año tras año un mismo programa, sin plan y sin sentido. Sin vistas lejanas y sin luz.

Lo que, en mi opinión, deberíamos construir aquí para recuperar el aire libre no son ni más calles ni nuevos edificios. Se trataría de levantar un monumento social. Y lo mismo que se ha dicho que los derechos humanos constituyen el gran tema de nuestro tiempo, que son el logro del siglo (Hobsbawm los considera “de las pocas cosas que se interponen entre nosotros y las tinieblas”), queremos para Valladolid levantar en pocos años una construcción social igual de firme y acogedora. Ése sería el alma de nuestro programa, el objetivo principal. Cuyos cimientos serían la garantía municipal, hasta donde pueda, de los derechos económicos y sociales para todos los habitantes de la ciudad. Una nueva oficina y una serie de protocolos de funcionamiento que darían, en principio, cuerpo a ese propósito.

Y el conjunto del trabajo municipal se organizaría en cinco ámbitos, que solemos subdividir en dos bloques: una trenza y un compás. La trenza incluye, en primer lugar, una acción social que ha de ser refugio y prevención frente a depredadores locales y administraciones tibias. Una defensa de una cultura local que se integra con la educación. Y un urbanismo que propugna “la ciudad como pantalla blanca”, donde se considera el artefacto urbano tan solo el espacio (neutro) donde se da la vida urbana, que es la que realmente tiene el protagonismo. Una trenza en la que se interrelaciona la administración de los derechos económicos y sociales (entre ellos el derecho al trabajo, obviamente), el derecho a la educación y el derecho a la ciudad, con todo lo que significan (medio ambiente, movilidad, derecho a la vivienda).

El compás se abre en dos áreas de carácter más instrumental (aunque radicalmente políticas), que también trabajan conjuntamente. Por un lado, la economía municipal: una economía plural y social, en la que se revisarán los gastos pero también, y muy especialmente, la progresividad de los tributos. Una economía convencida de que la igualdad, la participación y la ecología son vectores de desarrollo, de impulso económico. Y por otro, el buen gobierno. Donde las principales aportaciones se han de centrar en el protagonismo colectivo y la transparencia, además del énfasis en la igualdad entre hombres y mujeres y en mejorar profundamente las relaciones de todo orden con los municipios próximos.

En ocasiones, las principales controversias políticas se centran en gestos y formas, más que en contenidos. Hay que ser cuidadosos para no distorsionar posibles logros del programa con debates de menor importancia. Pero, con todo ese cuidado (la dignificación de la política exige mesura), habrá gestos que expresen el cambio. Y así, por ejemplo, desde el primer día se abrirá al acceso público la puerta principal de la casa consistorial (como hemos venido pidiendo en varias ocasiones). Y en los primeros días también se verán medidas decisivas para garantizar hogares cálidos en invierno, y el agua en cada vivienda.

En cuatro años se ha de haber cambiado el rumbo de la ciudad: tal debería ser el compromiso. Y para ello debe organizarse muy bien el proceso de cambio, que precisa de la colaboración activa del conjunto de los trabajadores municipales. En los 100 primeros días (es decir: para finales de septiembre de 2015) debería estar completamente diseñado el plan de acción. Y los presupuestos de 2017 (año en el que, además, ha de acometerse uno de los asuntos críticos: la remunicipalización del servicio del agua) deberían reflejar ya la nueva política municipal. De modo que el año 2018 sería de ajuste, y en el 2019 el modelo habría de funcionar a velocidad de crucero.

Es obvio que no está todo pensado. Pero ese todo (el cambio urgente que necesita la ciudad) es fácilmente pensable, en los detalles, cuando están claras las ideas. Y tenemos en marcha la conformación de un equipo tan profesional como político para llevarlas a cabo. Está, ante todo, patente la voluntad de acometer un profundo. Pasó el tiempo de la resistencia y ahora toca gobernar. Hay que gestionar bien nuestros valores, con un proyecto eminentemente constructivo.

La oposición que desde IU hemos hecho en el Ayuntamiento ha sido constructiva. Y así ha de ser también ahora. Es necesario hacer valer que podemos gobernar. Dar confianza en que vamos a gobernar. Porque la población lo reclama. Y especialmente quienes cuentan con el Ayuntamiento para su supervivencia. Valladolid toma la palabra ha de ser el instrumento del cambio a ese nuevo estado de cosas, a esa nueva ciudad. Y estoy seguro de que podrá hacerlo. Queda poco tiempo. Hay mucho trabajo por hacer. Hay que emplearse a fondo. Pero Toma la palabra va a ganar las próximas elecciones.

Muchas gracias.


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