Blog de Manuel Saravia

Si el Conde Ansúrez fuera un muñeco de nieve…

No estaría donde está.

Hace algunos días, en una reunión que mantuvimos con la Asociación El Silo sobre un trabajo que quieren poner en marcha (relacionado con el uso -y el afecto, diría yo- del espacio urbano), salieron a colación algunas plazas de Valladolid. Y era curioso comprobar cómo valoraban la “plaza mayor” de Parquesol (oficialmente: de Marcos Fernández). Siempre llena de gente, con mucha actividad en los bordes, muchos niños y niñas en su centro (vacío de trastos).

Y antes de ayer leímos que el Ayuntamiento “eliminará las farolas de la plaza Mayor y trasladará la iluminación a las fachadas”, pues aunque no son un obstáculo para los peatones, “sí son un impedimento cuando se organiza cualquier evento”. Dice el Ayuntamiento que, para hacer de la plaza un lugar más diáfano todavía y evitar tener que desmontarlas cada poco, lo mejor sería llevar la iluminación a las fachadas. Y seguir “en la misma línea de eliminar obstáculos en este centro neurálgico de la ciudad”. ¿Y el Conde?

En clase de “Urbanística I” siempre se citaba el famoso libro de Camillo Sitte titulado Construcción de ciudades según principios artísticos (hay edición esp. de 1926, en Canosa. Y otra más reciente de 1980, en G. Gili. El original es de 1889). Un libro precioso y facilísimo de explicar. Que, entre los principios más atractivos que enunciaba (aunque hay otros muchos igual de resultones) está el del muñeco de nieve. La cuestión es ésta: ¿dónde debería ponerse una estatua, si hubiera que hacerlo, en el interior de una plaza?

Sitte nos pide imaginar una plaza de mercado (es decir: como la nuestra) “abundantemente nevada” (pg. 29 y ss). Y ver las sendas de las pisadas que habría, al moverse la gente con libertad en la plaza, sin que hubiese artefacto alguno (es decir: las huellas de quienes fuesen desde Ferrari a la calle Jesús, de Santiago al Ayuntamiento, de Lencería a Calixto Fernández, de Manzana a Santiago, o del Corrillo a Pasión, entre otras posibles conexiones). Unas líneas de pisadas que representarían “las direcciones naturales del tráfico”, y que dejarían, “irregularmente repartidas, parcelas intactas”. ¿No sería allí donde se amasasen los muñecos? Probablemente. Pues en esas parcelas es donde habría “suficiente cantidad de nieve limpia”.

Tradicionalmente era en esos lugares que no molestan ni interrumpen el tránsito natural donde los antiguos concejos colocaban “fuentes y monumentos”. Nosotros no: en el mismísimo medio. Porque un conde es un conde. Y un fundador un fundador. No sé. Un poco más de modestia fundadora no nos vendría mal. Haciéndose a un lado. Pudiendo incluso plantarse también algún árbol en alguno de los bordes (en una plaza que, en buena parte de su historia, ya estuvo arbolada). Dejando la configuración napoleónica (de geometría intacta, con la estatua del fundador en el centro del centro)… para Josefina.

Pero, naturalmente, se trata solo de una opinión personal.

(Imágenes: El muñeco de nieve procede de https://wrathofgnon.tumblr.com/post. La imagen de Camillo Sitte: Zeitschrift des Österreichischen Ingenieur- und Architektenvereins, 1903; publicada en wikipedia.org. Y la vista de la Plaza Mayor: de la web municipal).


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