Blog de Manuel Saravia

Contra la tristeza

Es evidente: la ciudad está triste. Por las muertes y el dolor extendido en muchas familias. Por la situación laboral y el impacto económico en tantos hogares. Por un futuro enormemente inquietante. Porque no se ve una mejora clara, una pronta salida de la pandemia. Porque, en fin, nos envuelve ya el cansancio. Pero no podemos dejarnos llevar. Pues lo sabemos bien: el aliento y la energía, el coraje y la confianza son fundamentales para hacer frente a la catástrofe y a todas las desgracias apuntadas.

Mas no basta con decirnos: ánimo. Ni pretender conjurar la tristeza con exclamaciones bienintencionadas y necesarias (juntos saldremos, solo se puede mejorar), pero manifiestamente insuficientes. Sé que no se puede comparar la lucha contra la pandemia con ninguna guerra, que no es procedente. Pero he leído algo sobre el “síndrome del viejo sargento”, una forma de desgaste físico y psicológico que ocurría después de meses de combate continuo, que creo ver en algunas personas. Porque estamos en un momento muy delicado. En una especie de terremoto prolongado, que no da tregua y nos fija en un presente continuo, que no pasa, no avanza. Donde el miedo, la angustia y la tristeza se apoderan de nosotros.

Pero sabemos que no podemos dejarnos vencer por el desánimo. Y más allá de las frases de estímulo (necesarias, repito, pero precarias), lo que necesitamos es, según creo, una fórmula clásica: trabajar. No parar. Continuar haciendo frente al desastre con todos los medios a nuestro alcance. Y adoptar las decisiones que a cada uno corresponda. En el ayuntamiento, por ejemplo, de forma inmediata (y entre otros asuntos de la gestión diaria): volcarnos en redactar unos presupuestos que respondan a lo que en estos momentos ha de plantearse, con responsabilidad. No parar: un antídoto contra la tristeza.

(Imagen: “Cerro de San Cristóbal en las afueras de Valladolid. Paisaje urbano desde el cerro”. 2014. Foto de Nicolás Pérez. Wikipedia).


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