Blog de Manuel Saravia

De obras y emblemas

Desde hace tiempo se habla en Valladolid de la conveniencia de levantar una construcción “emblemática”. Últimamente este asunto parece que ha quedado algo más apagado, aunque hubo momentos en que fue candente. Levantar una obra que por sus características singulares tenga carácter de emblema y pueda resultar representativa. Permítanme retraer algunas consideraciones para definir esa posible construcción.

Pienso que, en primer lugar, sería bueno que estuviese ajustada en el coste. Es decir, que la gracia de esa nueva construcción no residiese en disponer elementos que encareciesen sobremanera el coste total. Pues normalmente los edificios emblemáticos se caracterizan, casi invariablemente, por ser carísimos. Creo que estaría bien que esa obra hiciese gala de contención en el presupuesto.

Obviamente debería también albergar un uso público. Si alguna construcción que promueve la administración debe destacar del conjunto, parece razonable que sea de todos, evitando la privatización de las imágenes más características de la ciudad, que se da en tantos lugares. Por supuesto debería ser, además, sostenible. Una construcción propia de nuestros tiempos. Lo que significa cuidar la tipología y valorar también los costes (económicos y medioambientales) del mantenimiento.

No tendría por qué ser un edificio, y podría concretarse en una configuración más compleja. Por ejemplo, un espacio público complejo y relevante. ¿Hay algún edificio más emblemático que la Piazza del Campo de Siena? Los ejemplos abundan, tanto antiguos como recientes. Desde la escalera de La Cordonata de Miguel Ángel en el Campidoglio o la Scalinata Spagnola de Bernini en Roma hasta Los Arquillos de Olaguíbel en Vitoria. O el ascensor urbano de Santa Justa en Lisboa, de Raoul Mesnier. O un ejemplo más actual: las premiadas escaleras mecánicas de acceso al casco histórico de Toledo, de Elías Torres y José Antonio Martínez Lapeña. Referencias hay.

¿Y por qué no humilde? Podría ser emblemático y humilde, sin presumir de sus logros, sumergiéndose en el paisaje existente. Y que fuese algo verdaderamente útil. Quizá por una cuestión de estilo, habría que abandonar ya los arcos de triunfo (aunque estén habitados, como en La Défense de París) y las arrogantes columnas (aunque estén habitadas, como la citada torre Agbar). Mejor, creo, un tipo de monumento barato, público, sostenible, urbano, humilde, útil y articulador de espacios. Es verdad que lo más emblemático que hay es la Torre Eiffel. Pero: ¿qué decir de los puentes de París y el recorrido que los enlaza?

Los proyectistas que actuasen en el espacio designado tendrían que estrujarse la cabeza para dar con una solución pregnante apropiada al lugar. ¿Es posible construir algo emblemático en las condiciones que se proponen aquí? Por supuesto.

(Imagen del encabezamiento: Escaleras proyectadas por Torres y Martínez Lapeña para acceso al centro histórico de Toledo. Procedente de http://madrides.es/toledo/).

 


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