Blog de Manuel Saravia

El soberano humillado

En el curioso Diccionario de motivos de la literatura universal, de Elisabeth Frenzel (Gredos, 1980; original de Stuttgart, 1976) aparece una entrada con el título de este post: “El soberano humillado”. Porque efectivamente se trata de una “idea-fuerza” tradicional, “germinal de muchas tramas” literarias y que hoy mismo hemos vuelto a ver, según creo, en esta noticia de El País: “Corinna Larsen declaró que Juan Carlos I le dio 65 millones ‘por gratitud’ y no para esconder el dinero”. Precioso.

El motivo que nos expone Frenzel se refiere, siempre, al abuso del poder del soberano que se aprovecha de la protección especial que le brindan las leyes y de sus enormes privilegios de todo orden, hasta que uno o varios de sus súbditos, “un contrario”, le hacen frente y avergüenzan públicamente. Está claro que este caso realimenta, una vez más, la literatura universal con una nueva expresión del tradicional motivo, aunque con algunas variantes interesantes.

1ª. No estamos ante una historia que cuenta algún autor de novelas o de teatro por testimonios de otros o directamente inventada. Los que escriben ahora son periodistas que refieren las declaraciones ante los tribunales suizos de la señora Larsen. Y aunque se haya dicho que “el periodismo es la historia del presente y la literatura es el periodismo del pasado” (Acosta), no es lo mismo.

2ª. Si “cualquier motivo aislado puede desplegarse en diversas direcciones”, formando variantes, aquí nos encontramos con una interesante composición de varias líneas argumentales. Pues se integran los asuntos personales (“por gratitud y por amor”: parece de Lope de Vega); comisiones, maletines con millones de euros y paraísos fiscales (de un inconfundible aroma mafioso); regalos entre reyes (Kuwait, Arabia Saudí, Marruecos y España: “se trata de una práctica corriente entre reyes”, dice Larsen); “importantes operaciones” de asesoramiento, evasión fiscal y “blanqueo agravado de capitales”. Y por supuesto, al fondo, la inviolabilidad del monarca.

Los asuntos típicos que nos recuerda Frenzel en su libro, y que proceden de la antigüedad clásica, la mismísima Biblia, canciones de gesta medievales, teatro español o italiano del XVII, las críticas al absolutismo del XVIII, los dramas del XIX o incluso la novela de Bergengruen (de 1935) se reverdecen, retroalimentan y desarrollan novedades con el episodio que nos ocupa.

3ª. Normalmente, en casi todos los casos de aplicación de este motivo en la literatura el sujeto agraviado es muy limitado. Unas pocas personas. Y de hecho lo normal es que sea una sola persona (el filósofo Pintias, el molinero Arnold, el soldado Urías, el honorable Loher, etc.). Parece que aquí no se trata de eso. Y si ya Schiller, en Don Karlos, echaba en cara al soberano (Felipe II) que “en vez de pensar en la felicidad de los pueblos solo ha pensado en la grandeza del trono”, pues ahora el sujeto agraviado también sería de ese orden de magnitud. Por decirlo en términos constitucionales: el pueblo español.

4ª. Todavía no se ha consumado el final. No sabemos cómo acabará este episodio. Ni cuál será su última escena.

(Imagen del encabezamiento: El AVE Medina-Meca, en construcción. Firmado: Efe. Procedente eldiario.es).

 


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