Blog de Manuel Saravia

Estar en las nubes

Cualquiera que vea la imagen de esos estudiantes de derecho esculpidos en el sepulcro de un profesor de Bolonia tiene que quedar impresionado. Todos los rostros son atractivos. Pero destaca especialmente el de una mujer joven que, apoyada en el brazo izquierdo y dejando la otra mano suavemente sobre el libro, es evidente que tiene la cabeza en otro lado. No precisamente en la lección que está dictando Juan de Legnano (el finado). En otro lado que es un lugar bueno, no cabe duda. Pues luce una sonrisa que la delata. Qué maja.

El relieve es de 1387, está firmado por los hermanos Jacobello y Pierpaolo dalle Masegne y se conserva en el Museo Civico Medievale de Bolonia. Es buenísimo. Responde a la tradición de aquella época de incluir en las tumbas de los profesores universitarios grupos de alumnos (y alguna alumna, como se ve) atentos (más o menos) a las clases. Pero pienso que esa intención de dar realismo a la imagen la tomaron con ganas, y llevó a nuestros autores a presentar en esa escena lo mejor que pensaban que se podía obtener de las clases del jurista (canonista afamado, precursor, al parecer, del derecho internacional), y que a su vez es lo mejor, en mi opinión, que pueden dar siempre las clases de todos los niveles educativos y de todos los ámbitos de la enseñanza. ¿Qué podía y puede ser?: aprender a soñar despiertos.

Se me ocurren varios posibles sueños (soñados despierta) de nuestra alumna. Quizá algunos personales (no lo descartemos; el pasado de Pierpaolo podía avalar esas sospechas). Pero pienso que entre ellos habrían de caber también, necesariamente, los de una sociedad más justa, se mire como se mire. Pues en su futuro estaban, y en el nuestro están, como en todos los futuros, siempre, los miedos, lo temido. Pero también están ahí los deseos, los sueños, las esperanzas; también se encuentra lo esperado. ¿Qué esperanzas? Vayamos (parece apropiado en este contexto) con el latín. Corruptio optimi pessima: la corrupción de lo mejor es lo peor que hay. Por eso Ernst Bloch decía: “La esperanza fraudulenta es uno de los mayores malhechores y enervantes del género humano, mientras que la esperanza concreta y auténtica es su más serio benefactor”. ¿Qué esperanzas, por tanto? Las de un futuro mejor, pero un futuro construible y razonable. Concreto y auténtico. Que pueda llegar, de verdad, a todas las personas.

Me gusta pensar que estamos intentando definir un buen futuro, el mejor posible para nuestra ciudad. Concreto y auténtico. Y por lo tanto fuera de la desmesura. Decía Camus que “el verdadero dominio consiste en tratar como se merecen los prejuicios de la época, y ante todo al más profundo y desdichado de ellos, que quiere que el hombre liberado de la desmesura sea reducido a una sabiduría pobre”. La desmesura –seguía- “es una comodidad siempre”. Mientras que la mesura “es pura tensión (…). Un conflicto constante, perpetuamente suscitado y dominado por la inteligencia”. Que no triunfa “ni de lo imposible ni del abismo”. Buff, qué bien Camus, como siempre.

Pero volvamos con nuestra estudiante. Que está en las nubes, evidentemente. Pero quiero creer que quizá estuviese a gusto allí pensando en cómo realizar efectivamente sus sueños personales (ese amor, quizá), o el sueño de una mayor justicia. Y me gusta pensar que lo haría dejando a un lado las “borracheras del alma adolescente”. Porque se la ve tranquila y no frunce el ceño: señal, en mi opinión, de que no parece tentada por ningún apocalipsis. Bien por la joven boloñesa. Pero la duda, sin embargo, es otra: ¿aprobaría el examen?

(Imagen de María Bolaños: gracias).


3 comentarios

Dejar un comentario