Blog de Manuel Saravia

Ghiberti y sus puertas

El nombre de Lorenzo Ghiberti está unido a la Puerta del Paraíso del Baptisterio florentino. Tanto tanto que en ocasiones se ha dicho que es casi un sinónimo: paraíso-ghiberti. Es un poco injusto, pues este escultor desplegó una actividad enorme, y muy diversa, a lo largo de su vida. Pero… ¿es para enfadarse? Todo lo contrario. Tener la fortuna de que la síntesis de tu actividad esté vinculada a la construcción de “la puerta del Paraíso” no parece mala cosa.

Eso sí: lo fundamental de su trabajo lo hizo jovencísimo. Pasa muchas veces. Que a los veintitantos años ya hayas hecho lo más importante de tu vida, y que luego el resto de los años vividos consista, de alguna manera, en seguir la estela de aquello que hiciste tan joven, es un poco rollo, la verdad. Pero supongo que dará mucha tranquilidad de espíritu.

Primero ganó un concurso para «la segunda puerta del Baptisterio», la puerta Norte. Y el muchacho Ghiberti se lo adjudicó por goleada. Había 34 jueces, y todos suscribieron el veredicto. Porque era muy joven; pero era también un lince. Se buscó antes de que se reuniese el jurado todas las ayudas que pudo. Un chaval de 22 años se dedicó a ir pidiendo opinión y consejo “continuamente a los expertos –orfebres, pintores, escultores- que él consideraba que iban a ser sus jueces en el concurso”. Listillo. Y efectivamente, acabó haciéndose con el encargo de diseñar una de las puertas de la catedral más llamativa del mundo. El concurso era tan importante que a alguno de sus famosísimos competidores le entró tanta depresión por el resultado que dejó la escultura para siempre.

En 1425 le adjudicaron (ahora a dedo) el diseño de las puertas Este. Tenían diez paneles o cuadros con escenas del Antiguo Testamento, desde el Génesis hasta el rey Salomón. Pero lo hizo tan bien, con tanta gracia y maestría, que de acuerdo con las crónicas de Vasari, el nombre con que se conoce procede de un comentario que hizo Miguel Ángel, quien dijo que el resultado “era tan bello que sería apropiado para las puertas del paraíso”. Esta obra se terminó en 1452. Era una puerta destinada a permanecer cerrada prácticamente todo el tiempo. Pero era… la mejor puerta del mundo.

Las puertas se cierran. Pero cuando se despliegan nos abren al mundo. “El estado de apertura es la `primavera´ de la puerta. Cada puerta que se abre revela no sólo un nuevo mundo y nuevas posibilidades, sino el mundo mismo de la puerta en su integridad, y la posibilidad de acceso” (Marco Biraghi, Porta multifrons. Forma, immagine, simbolo). En la ciudad también nos interesa el simbolismo de las puertas, y más ahora en Valladolid, donde se acerca el proyecto de un montón de puertas urbanas. Puertas que marcarán pasos, accesos, entradas y salidas, transiciones. No es un tema menor. Le Corbusier decía que “las diversas soluciones [sobre la disposición y características de las puertas] son el fundamento mismo de la arquitectura”.

En el hueco que constituye la puerta se concentran los caminos de fuera y de dentro. Y al aproximarse, en el umbral (desde fuera) y en el zaguán (desde dentro), se produce la transición, el acto de entrar o de salir que la puerta subraya y acompaña. Unos espacios, los próximos a los accesos y a las despedidas, distintos y comprometidos. Críticos. Dijo Blanca Varela que la puerta te lleva a la vida: “Para entrar en la vida basta una puerta”. No hace falta que sea de bronce y oro. Ghiberti nos dejó sus buenos ejemplos. Pero cada uno sabrá dónde está su paraíso, y cuál ha de ser la puerta que le dé acceso.

(Imagen de Historias de Moisés, en la puerta del Paraíso; procedente de Giulia Brunetti, Ghiberti, Florencia, 1971).

 


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