Blog de Manuel Saravia

Un horizonte querible y deseable

“En una comunidad de cuidados y bienes comunes tiene que haber un mañana; el futuro ha de construirse como un horizonte querible y deseable”. Nos lo dice María Eugenia Rodríguez Palop en uno de los dos prólogos del libro de Unai Sordo, Los sindicatos y el nuevo contrato social (Madrid, Catarata, 2022).

Un “prólogo en tiempos de incertidumbre” en el que nos recuerda que “hay quienes prefieren tomar conciencia de la necesidad del otro en medio de la incertidumbre”. Porque “no es lo mismo una sociedad de intereses que una comunidad de cuidados. La primera se apoya en la ficción omnipotente de la autosuficiencia y las alianzas puntuales; la segunda, en la vulnerabilidad y las necesidades compartidas”. Para ella, para nosotros, no hay duda: la “distopía ecofascista del bote salvavidas” debe sustituirse “por el realismo de una nave Tierra en la que, con menos, cabemos todos”. Un futuro, un horizonte común. Porque “creer en el futuro es, además, una condición imprescindible para la solidaridad y la empatía”.

En uno de los capítulos de este libro de notas o apuntes de Unai Sordo (referido especialmente al periodo de la pandemia) se trata específicamente de lo que él mismo denomina “la metapolítica del cine”. Y hace alusión a varias películas que tienen que ver con temáticas laborales, pero que son “disecciones de vivencias personales en entornos de trabajo”. Comenta, por ejemplo, El buen patrón (León de Aranoa, 2021), de humor cáustico. O Sorry We Missed You (Ken Loach, 2019), con “un hiperrealismo que deviene en drama”. O Chavalas (Carol Rodríguez Colás, 2021), una historia costumbrista que se centra en la identidad del barrio. Porque en todas ellas se perfilan, como nos dice Unai, las “rupturas identitarias” de la clase trabajadora, la fragmentación del mundo laboral y las múltiples precariedades que vivimos.

Recuerda ese dicho frecuente de que “la política contemporánea se centra en un concurso de relatos en competencia”. Relatos, con frecuencia, “de políticos, entre políticos y para políticos”. Pero donde faltan «relatos pedagógicos», dirigidos hacia la descripción de las causas-efectos que llevan a aquellas rupturas que decíamos antes. Cree que si no se activan esos relatos pedagógicos “las políticas sociales terminan por ser interpretadas por la mayoría social como expresiones burocráticas, incluso clientelares, castradas por ello de buena parte de su potencial performativo y generador de comunidad política”.

O dicho de otra forma: la falta de un horizonte común. Y en ese punto quizá quepa recordar también, como impetuosa metáfora atemporal, la descripción que hacía John Berger de nuestro mundo de hoy, semejante al infierno que hace cinco siglos dejó pintado El Bosco (en El jardín de las delicias): “No se ve allí horizonte alguno. Ninguna continuidad entre las acciones, ninguna pausa, ningún camino, ningún plan, ni pasado ni futuro. Nada se ensambla: todo se interrumpe. Se trata de una suerte de delirio espacial en que todo carece de sentido”. Infierno, falta de horizonte. Repitamos, pues: “El futuro ha de construirse como un horizonte querible y deseable”, que ha de dibujarse en esos relatos pedagógicos que reclama Unai Sordo.

(Imagen: Fotograma de Sorry We Missed You, procedente de cultura.santjosep.org/es/agenda/divendres-de-cine).

 


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