Blog de Manuel Saravia

Insomnio

Por distintas razones, muchos duermen mal (una persona de cada tres, se dice). También les pasa a algunos perros y gatos, cuando son mayores (hasta en eso nos acompañan). No sé. Lidia Caro cita a varios autores que forman parte del club de los insomnes, cada uno con su historia. Y nos deja esta imagen: “Por la noche, el calor y la humedad invitan a los mosquitos y un parásito más punzante: el insomnio”. Parásito afilado e hiriente. Bien reflejado. Es eso exactamente.

Nuestras amigas Berthoud y Elderkin recomiendan, para esas horas de desvelo indeseado, de ansiedad nocturna, leer El libro del desasosiego. A primera vista parece sadismo. Pero dicen que no: “No existe obra en la literatura con una mayor sintonía entre los ritmos de la prosa y el avance plácido, lento y pesado, de las horas de insomnio”. Y puede que sea verdad. Demos, en principio (al menos hasta el final de este post), un voto de confianza a las reflexiones y zozobras de Soares.

Las causas del insomnio son, como sabemos, diversas. Pero la principal es la ansiedad. La respuesta al miedo, a una preocupación insistente y profunda. Y en la extensión de esa ansiedad destaca, como primera causa, la precariedad laboral. En España, según el reciente Informe de la Vicepresidencia Segunda del Gobierno, sobre la Precariedad Laboral y Salud Mental (2023), «de un total de 511.000 casos de depresión entre la población activa, con un riesgo atribuible poblacional del 33,2%, podemos inferir que si la población precarizada (incluyendo la desempleada) hubiera tenido un empleo estable, se hubieran podido evitar casi 170.000 casos de depresión».

Y continúa: «La precariedad laboral puede afectar a la salud mental por tres vías causales principales: (a) la precariedad en el empleo (tipo de contrato o despido, etc.); (b) la precariedad en el trabajo (horarios, intensidad del trabajo, etc.); y (c) sus efectos sobre la precariedad social (dificultades para llegar a final de mes, no poder hacer frente a los pagos de la vivienda o de los servicios indispensables, no poder planificar la vida cotidiana, posponer o eliminar la idea de tener hijos y formar una familia). Estas tres vías pueden afectar a la salud mental por diversos mecanismos de tipo psicosocial, el más común de los cuales es la inseguridad asociada a las condiciones laborales. Este tipo de amenazas laborales y sociales crean respuestas de estrés que pueden generar trastornos psiquiátricos y manifestaciones de mala salud mental, tales como ansiedad, miedo o depresión» (p. 66).

Mas también se habla del insomnio, últimamente, relacionándolo con la autoexplotación. Citada en el apartado b del párrafo anterior. La intensidad del trabajo. El estrés, el sobretrabajo. La autoexplotación. Trabajar a alta tensión. Construyendo así el paisaje del insomnio, de quien no puede dormir en la noche, ni dejar de dormir en el metro. Levantado sobre nuestra vida hiperactiva e hiperneurótica. Cuando nos forzamos a trabajar hasta que los cuerpos revienten. Y así, “al final del día, el insomnio, el reproche de no haber hecho mejor las cosas”, nos puede. Pensando, sin descanso, en ser el mejor en todo. Caballos de carreras. Lo que nos lleva “a estados de ánimo alterados que deprimen”. Un paisaje de “almas infartadas, agotadas y aisladas” (Gabriela Quintero).

Visto así, podemos tomar, en otro contexto, la lectura del Libro del Desasosiego, de Pessoa (firmado con el heterónimo de Bernardo Soares). Que fue escrito hace casi cien años (entre 1913 y 1935), y lejos, por tanto, de algunas de las ansiedades de hoy. Pero leamos. Paisaje: “No creo en el paisaje (…) Todo el paisaje está en ninguna parte”. Calles: “Una calle desierta no es una calle donde no pasa nadie, sino una calle donde los que pasan, pasan por ella como si estuviera desierta”. Nervios: “Cual máquina de nervios, las impresiones mínimas de mi vida subjetiva y aguda, todo eso se me ha vaciado como un barreño donde tropezase, empapando la tierra como si fuera agua”. Muerte: “Un como recuerdo de mi futura muerte me bulle por dentro. En una niebla de intuición me siento materia muerta”. Pérdida del sentido, de toda esperanza: “Viene, por un momento, la esperanza de otras cosas. Pero la esperanza es breve. Lo que sobreviene es un tedio sin sueño ni esperanza, un mal despertar de quien no llegó a dormirse”.

Nada. Así no hay quien duerma. Mejor que regodearnos en el desasosiego, antiguo y de siempre, será seguir intentando atajar el desempleo y la autoexplotación, teniendo en cuenta “los determinantes sociales de la salud mental y el desarrollo de la salud mental comunitaria”, coordinando “el sistema sanitario con los sistemas de protección social” (del Informe cit.). Y en cualquier caso, si no se concilia el sueño, vayamos a leer otras cosas, por favor.

(Imagen: de Wikipedia.org).


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