Blog de Manuel Saravia

La diabólica

No han transcurrido ni dos meses desde que referí en este mismo blog algunas de las estrategias de Schopenhauer para trastornar los debates. Estrategias para salirte con la tuya; para hacerte con la razón (aparente), aunque no la tengas. Repletas de ese cinismo y fingimiento que tanto daño hacen a la actividad política. No han pasado ni dos meses, digo, y el último viernes puede comprobar la práctica cruda de alguna de ellas.

Había una, la 38, especialmente diabólica. Consiste en “provocar la irritación del adversario y hacerle montar en cólera”. Recomienda Schopenhauer que, cuando se advierta que no se conseguirá tener razón, “personalícese, séase ofensivo”. Con lo cual “uno se aparta del objeto de la discusión (porque es una partida perdida) y ataca de algún modo al contendiente y a su persona (…). Al personalizar, se abandona por completo el objeto y uno dirige su ataque a la persona del adversario: uno, pues, se torna insultante, maligno, ofensivo”. Una estrategia que en opinión del filósofo “cualquiera es capaz de ejercerla, por lo que se utiliza con gran frecuencia”.

En efecto, en el debate del Pleno del pasado viernes 8 de abril se utilizó conmigo esa estrategia al menos en dos ocasiones. La primera, a cargo de Pilar Vicente, cuando extendió, sin fundamento alguno y sin excusa, la idea de que una información que le daba era falsa. Y que yo mismo era, en consecuencia, un mentiroso. Le dije que ya había explicado las gestiones llevadas a cabo sobre el depósito de locomotoras en la Comisión de Seguimiento de la operación ferroviaria de noviembre de 2015 y ella, sin más, lo puso en duda. “A lo mejor no lo dijo en la Comisión y se lo dijo a la prensa”. Lo cual, efectivamente, me irritó. Por supuesto que lo había comunicado (y lo digo con absoluta certeza) a aquella Comisión. Pero Pilar Vicente, sin fundamento alguno, sembró la duda, y se quedó tan ancha.

Más tarde, entre el Sr. Martínez Bermejo y el Sr. Enríquez (hablando al mismo tiempo, como tantas veces) dijeron que la acera prevista para el acceso a Fuente Berrocal por la carretera de Fuensaldaña tenía una asignación de “cero euros”. Y que, por tanto, incluirla en el plan de obras era “un engaño a los vecinos”. Por supuesto, también me enfadé (vaya día), por esa acusación (una vez más) de mentiroso. Precisamente el día anterior había estado con la Asociación Vecinal de Fuente Berrocal y les había informado expresamente de esa obra, explicándoles que figuraba en el plan “sin cuantificar”, ya que aún no se ha podido hacer un anteproyecto ni, en consecuencia, evaluar el coste. No “cero euros”, sino “SC”, sin cuantificar. Y que no estaba incluida entre las obras de 2016, sino que figuraría en alguno de los tres años siguientes. Engaño, ninguno en absoluto. Pero qué más da. Usted engaña, me dijeron, y se quedaron tan frescos.

Me enfadé mucho, muchísimo. Justamente como preveía Schopenhauer. Dije de todo. Si el objetivo era hacerme daño, enhorabuena, lo consiguieron. Me sentí tratado de forma injusta, inmerecida, abusiva. Y si el objetivo era llevarse los debates en cuestión con ese tipo de estrategias, pues también les salió medio bien, porque con el enfado me desequilibraron. La Sra. Vicente y el Sr. Martínez Bermejo no solo criticaron una u otra acción política, sino a mi persona. Según ellos, era un mentiroso. En fin. Seguramente dedicarse a la política implica tragar con todo. Pero, lo siento mucho, a esto no estoy dispuesto. No voy a hacer como que no los oigo. Aunque arruine mi discurso y caiga en las redes diabólicas de Schopenhauer.


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