Blog de Manuel Saravia

La imaginación será la miel

Si puedo recomendar un libro, será este: Las cosas como son y otras fantasías, de Pau Luque (Anagrama, 2020). Qué libro tan extraordinario. Si no les importa, me emplearé en una amalgama revuelta de citas, sin señalar las páginas de procedencia. Ya digo: es una mezcla desordenada que agruparé, mal que bien, en tres apartados. Solo por sugerir, en página y media, de qué va.

1. Las palabras y la pestilencia. Advierte Luque contra la necesidad de atesorar razones “como puños” para armar las posiciones que se quieran defender. Contra quienes gustan convencerse de que “la razón está de nuestro lado: todas las grandes ciénagas humanas estuvieron primero sembradas por esa creencia”. Es cierto: queremos una buena narración, unívoca y sin fisuras, de la realidad. Pero tal descripción debería verse, mejor, “como una telaraña de episodios morales”. Donde el intento de convencernos de que tenemos razón “es algo que únicamente se puede conseguir por medio de las palabras”. Y debemos estar alerta contra los juegos de palabras que podemos hacernos a nosotros mismos.

Es verdad que somos capaces, nadie lo duda, de sentir la maldad “porque incuba en uno mismo”. También sabemos que el anhelo de virtudes perfectas “nos acerca a la crueldad y a la venganza”. Pero, cuidado: ¿qué hace -pregunta- que tantas veces se confundan tan milimétricamente la justicia y la venganza? “He aquí mi candidata: la empatía. Debe de haber pocas cosas que se hayan invocado con tanta buena fe y con resultados tan nefastos en nuestros días como la empatía”.

Arremete contra los que se llenan la boca presentando -dicen- “las cosas como son”. Contra quienes empiezan todas sus frases con un “honestamente, yo creo que”, los que “repiten como loros que hay que decir la verdad caiga quien caiga, los que juran hablar desde el corazón… esos, todos y cada uno de ellos, son los más adictos a la mentira”. Porque “bajo la dulce ducha de palabras apropiadas todos podemos terminar nadando en aguas hediondas”.

2. Los datos y la confusión. Sabemos también que nada es simple. Pero, por ello mismo, deberíamos ser conscientes de que “la complejidad demanda ser abordada con complejidad”. Porque “no hay pensamiento moral sin emociones complejas, pero rara vez hay pensamiento moral si las emociones más viscerales lo permean todo”. Y es que “el oleaje moral lo llena todo de pliegues”.

¿Complejidad? Vivimos en un mundo sobresaturado de datos. De obsesión por los datos, que acaban configurando “una caricatura del empirismo”. Pues “la realidad política es demasiado compleja como para ser capturada por los datos empíricos con los que trabajan las ciencias sociales”. Lo que nos lleva a “una manera burocrática de pensar”. A formas simplistas, a “una manera casi unidimensional de concebir la política, como si esta consistiera exclusivamente en hechos y verdades factuales”. Con sus consecuencias dramáticas. Pues “preferir lectores más simples (…) es preferir ciudadanos más dóciles y débiles”.

3. La imaginación, la política, el arte y el amor. Como se decía más arriba, el libro es una defensa ardiente de la imaginación. En la política, en la vida, en el amor. Pues “el amor es un ejercicio de la imaginación”. Porque, “como el amor, imaginar es descubrir al otro”. Y abrir la posibilidad del arte. Ya que “la fantasía es la negación de la imaginación, y el arte es la negación de la fantasía”. Y sabemos que “no nos salvan quienes tienen ideales, sino quienes tienen imaginación”. De manera que debemos emplearnos en el abrigo, en el meticuloso cuidado de la imaginación en el arte, la moral y la política. Porque “el arte y la moral son una y la misma cosa. Su esencia es la misma”. Y la política necesita de la imaginación más que el aire que respiramos.

Me da coraje resumir en los tres escuetos epígrafes anteriores, y en el puñado de citas expuestas un libro tan denso y explosivo. Porque es muchísimo más. De hecho, cada página es, por lo menos, una sugerencia (si no diez o veinte). Que cautiva. Que seduce. Es verdad que él mismo nos recuerda que “toda seducción lleva la marca de alguna asimetría”. Sí. Pero claudicamos a gusto. Pues al fin y al cabo (eso nos dice Carly Simon, y debemos creerla sin vacilar) la luna cuida nuestro lunático corazón.

(Imagen: procedente de “Moonlight Serenade, Live On The Queen Mary 2”. Y por cierto, el título del post es también una cita de la p. 53).


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