Blog de Manuel Saravia

La música del anestesista

Es muy curioso: se venden lágrimas en botecitos. Nos dicen que es para aliviar las irritaciones producidas por la sequedad del ojo. Pero no deja de resultar extraño que haya que comprar las lágrimas. Y producirlas artificialmente. ¿No hay suficientes lágrimas vernáculas, que se hace necesario acudir al mercado para atender a la demanda? Aunque no fuera cierto (que no lo es), no puedo dejar de imaginar que algunos compren esas “preparaciones multidosis” para escuchar aquella música que reclamaba Calderón: “Mucho extraño, que haya a quien / suene la música bien / pudiendo escuchar el llanto” (Las cadenas del demonio).

Y digo esto cuando acabo de enterarme de que en los quirófanos no suele faltar la música. En muchos quirófanos, al parecer, se trabaja con música. Nunca lo había pensado, pero parece lógico. Con un cuerpo abierto, en carne viva, cuando se trabaja con ritmo, esfuerzo y concentración, coordinadamente y en tensión, bien ha de venir en muchas ocasiones esa música de fondo. Lo curioso es que suele ser habitual que quien marque la pauta musical sea el anestesista. Aunque tampoco es difícil de explicar. Es el primero que llega, y pone su música. Los que se incorporan después se tienen que plegar a sus gustos y deseos.

Lo cual tiene su gracia. El anestesista, el encargado de hacernos insensibles al dolor, se preocupa también de gestionar la música de la sala. Administra, por tanto, sueños a diestro y siniestro. A los despiertos y a los dormidos. Un verdadero alquimista, no cabe duda. Y un agente de ese destino bromista que juega con nuestro dolor y nuestros sentimientos y nos zarandea a capricho. Sugiero que al despertarnos nos entregue un botecito de las propias lágrimas. Que probablemente llevarían esa música que no pudimos escuchar dormidos.

(Imagen: https://www.youtube.com/watch?v=MxMCpiHhmP0)


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