Blog de Manuel Saravia

De las afueras a los barrios

Lo mejor de aquel libro de Vivanco (de 1957) era su título: “El descampado”. Aunque también podía haberlo titulado “La desciudad”. Porque en ese territorio intermedio se jugaba, en aquellos años (los 50, los 60, los 70), una nueva vida urbana. En ese territorio de baldíos, más allá del ferrocarril, se construía la nueva ciudad, en aquellos años. Un ensanche que crecía demasiado rápido, demasiado atropelladamente. Aunque (no descubrimos nada) con múltiples carencias. Por eso en las décadas siguientes se empezaron a plantear actuaciones que paliasen los más graves defectos de ese esbozo de ciudad que iba cobrando forma. Un proceso que ha llevado tiempo, y que aún no ha concluido. Más allá de los trenes: reequipamiento y reurbanización. Luego vendrían las operaciones para hacer más permeables las vías férreas. Para dar más atractivo a la zona. Y (más tarde aún: en eso estamos) la rehabilitación de los edificios y la homologación completa como ciudad de aquellos ámbitos.

Se proponen ahora, por tanto, medidas para seguir mejorando el espacio urbano, las plazas y las calles de los barrios de los 60. Para mejorar el futuro. Y en último término, para cumplir mejor los derechos de sus habitantes y, por ende, de la ciudad completa. Porque es curioso. El sistema económico ha impuesto a lo largo de la historia el imperativo moral de la devolución de la deuda. Pero solo cuando se trata de personas. Y no así respecto a las ciudades o los estados; para los que, al parecer, no rige tal principio. Y sin embargo… también debería ser exigible. En aquellos ámbitos, aquellas hectáreas con las que, desde 1960 estamos, como ciudad, en deuda.

Podemos recordar dos ejemplos característicos de cómo empezaron a satisfacerse aquellas obligaciones en algunas ciudades. Unos ejemplos que, aunque guardan grandes semejanzas, están separados en el tiempo más de 30 años. El 24 de agosto de 1985 se publicaba en El País una información sobre lo que el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Madrid denominaba “La Llave del Sur”. Se trataba de una operación que tenía como base el nuevo Plan de Cercanías Ferroviarias. Se creaban zonas verdes y un polideportivo en un entorno de lo que años antes fueron los nuevos barrios del Sur. “Aunque permanece la vía férrea, que servirá para trenes de cercanías, con estación final en Atocha”, también se prevé el traslado de la Estación Sur de autobuses, mejoras en el río Manzanares, la rehabilitación de edificios antiguos, la reordenación del tráfico en la glorieta de Pirámides y la conversión del puente de Toledo en un museo al aire libre.

32 años después, el 28 de septiembre de 2017, se publicó en Ciudad y Territorio. Estudios Territoriales (nº 193) un artículo de Laura Ricci titulado “Roma: una estrategia de reequilibrio urbano y metropolitano”, en el que se explica cómo el Piano Regolatore Generale di Roma (PRG’08), presentaba “una nueva concepción estructural de la planificación basada en el principio de la co-planificación”, donde se aplicaban “nuevos contenidos disciplinarios: la sostenibilidad ambiental, la movilidad colectiva y la recualificación urbana, y nuevos mecanismos de actuación centrados en el principio de la equidistribución, con el fin de garantizar la justicia de las opciones de planificación y su eficacia”. Un amplio “proceso global y compensatorio de regeneración urbana”. Donde la nueva estación “Tiburtina”, que sustituyó a la estación anterior, “conectó los barrios de Pietralata y Nomentano, históricamente separados por el ferrocarril”. Trenes, estaciones, conexiones, rehabilitación de barrios, nuevos equipamientos. Siempre los mismos elementos. En Madrid y en Roma. Y también en Valladolid.

Transformar lo que eran las afueras en los nuevos barrios ha sido una práctica secular de construcción de la ciudad. En Valladolid ese proceso de ampliación urbana de la segunda mitad del siglo 20 se volcó en el Este. Un territorio que se veía venir desde atrás. Donde algunas parcelaciones de molineras del XIX fueron la punta de lanza para ocupar las huertas con casas nuevas de pisos. La forma en que se planteó esa transformación fue la del negocio. Los terrenos en torno a la ciudad se convirtieron en el escenario óptimo para un proceso febril de construcción y venta de viviendas que modificó sustancialmente los principios que hasta entonces habían regido esa antigua forma de hacer dinero. Todo fue demasiado rápido y caótico. Primó el beneficio de quienes lo promovían, y las ciudades se resintieron.

En los análisis de los tres planes generales que se redactaron para Valladolid en los años 1997, 2003 y 2020 se seguía poniendo de manifiesto esa separación entre las pautas de los barrios nuevos que entonces se construían y las de los 60-70. Tanto en las características morfológicas como en las tipologías de las nuevas viviendas. En la carga de equipamientos. En la urbanización. En las instalaciones. El esfuerzo de reequilibrio había sido hasta entonces grande, pero insuficiente. En los 2000, en nuestra ciudad, se jugó, para romper la distancia, una baza malévola. Se quiso atajar. Dando a entender que el hecho de que se soterrase el ferrocarril llevaría al equilibrio urbano. Que haría llegar la riqueza, sin más, al otro lado de la vía.

Naturalmente, se trataba de un argumento falso, tendencioso. Pues nada hace valer que porque se entierre una infraestructura las áreas urbanas con deficiencias dejen de tenerlas, y la riqueza llegue a esa media ciudad que se construyó en los 60-70. Pero lo cierto es que se hizo un esfuerzo propagandístico inmenso para apoyar esa idea. Que se acabó asumiendo como dogma. Aunque el soterramiento no se inició, se dedicó, sin embargo, más de un millón de euros a publicidad para hacer creer que sería la solución de todas las carencias. Que sería suficiente. La operación no se pudo realizar por la tremenda deuda adquirida (400 millones de euros). Pero lo cierto es que, se hiciese o no se hiciese, había que seguir adelante con el esfuerzo por el reequilibrio.

En estos días se ha presentado por el Ayuntamiento una “Manifestación de interés del programa de rehabilitación a nivel de barrio“ en el Ministerio de Fomento. Bajo la denominación de “Estrategia de reequilibrio urbano en el Este de Valladolid” se plantea un proyecto de rehabilitación general de 48 millones de euros en un ámbito de 8 barrios que ocupan una superficie de 338 has. Para realizar en 6 años. Junto a este propósito, y dentro de la misma estrategia, se quiere actuar también en algunos desarrollos urbanos de áreas próximas a aquellos barrios, en la permeabilidad de las vías férreas y en la construcción de nuevas estaciones. En una nueva red verde, en la construcción de nuevos equipamientos, y en una actuación aún más intensa sobre las áreas más vulnerables.

Pero volvamos a las historias de los extrarradios. Pues de lo que hablamos aquí es de la transformación de las afueras en barrios. Y de los barrios en ciudad. De cómo se hicieron casas y calles donde era campo. Y de cómo queremos que esas calles y esos edificios lleguen a ser la mejor ciudad. ¿Vamos con los escritores? “Las afueras son grandes, / abrigadas, profundas”, decía Gil de Biedma en el poema de ese mismo título: “Las afueras”. Pío Baroja describió en La busca los descampados de Atocha, en Madrid. Y Pasolini, décadas después, en sus Chavales del arroyo, las de Pietralata, en Roma. Hablaban de unas ciudades que crecían entre los espontáneos campos de fútbol y los arroyos de los baldíos. ¿Cómo conseguir que no perdiesen lo mejor del campo y sin embargo llegasen a ser también la mejor ciudad?

Tal es el propósito (exigente, pero necesario) de la Estrategia de reequilibrio que se comenta aquí. Una propuesta para el Este de Valladolid deudora de ambos planes, el de Madrid de 1985 y el de Roma del 2008. Uno de hace ya más de 35 años, otro diseñado hace una docena. Pero los dos en la estela de lo que el urbanismo debe procurar: modernizar, reconstruir, completar. Y también (y de forma principal) reequilibrar. En Valladolid, en los barrios que se construyeron en el Este (mundos completos) late aún la vida de las afueras. Quizá más mundo y más completo que la ciudad central. Y a eso se va con el proyecto que se comenta. No perder lo mejor de las afueras que fueron, potenciar el barrio que es, y mejorar y hacer en ellos la nueva ciudad que se pretende que sea.

(Imagen: “Pasolini juega al fútbol en un descampado”, procedente de www.laescueladelosdomingos.com/2019).

 

 


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