Blog de Manuel Saravia

Las bromas bestias y las “disculpas, pero…”

Hoy, con motivo de un inusitado tuit (que retuiteaba inmediatamente el PP de Valladolid), en el que se exhortaba a que 30 valientes entraran en el Ayuntamiento, mataran al alcalde y le colgaran boca abajo, como a Mussolini, “con su Claretta Petacci”, hemos tenido ocasión de recordar lo divertidísimas que pueden ser las bromas bestias (¿a quién le importan los efectos que puedan tener?), y lo insoportables que son también las disculpas que acaban diciendo: “pero…”

Las bromas bestias. Para partirse de risa. Lo malo es que todos sabemos que una forma de incitar a hacer burradas es la de comenzar como broma. Porque desde luego no es tan seguro que todo el mundo decodifique las supuestas ironías (hay que creerle, quizá con esfuerzo, pero hay que creerle) que dice pretender el autor. En cualquier caso pone sobre la mesa un asunto que debería ser inconcebible, del que no debería hablarse, ni siquiera de broma. Pero estando ya sobre la mesa, ¿por qué no hablar de él, verdad?

Las formas de disculparse. Los comunicados y tuits publicados hoy por el PP contienen todos los tics de lo que se ha denominado “disculpas falsas”. Llevan el “si”: “Si en algún momento ha llegado a pensar que nuestra intención era la que él ha expresado, le pedimos disculpas». El tuit está bien. Pero si ha pensado eso, y solo si ha pensado eso, le pedimos disculpas. Vaya.

Y también llevan el “pero”: “Es completamente obvio que no le deseamos ningún mal, pero lo que debe hacer es cambiar el plan de inmovilidad que tanto enfado produce entre los vecinos”. O sea: un poco merecido sí que lo tiene. Caramba. Con ese plan de “inmovilidad” (pullita, incluso en el tuit de supuestas disculpas), ¿cómo no van a hacernos bromas diciendo que nos van a asesinar? Con lo fácil que hubiera sido decir: “Lo sentimos, reconocemos el error”. Sin más. Porque se ha dicho muchas veces: Un “pero” en realidad invalida la disculpa. Y por cierto: no he leído nada sobre meter en la bromita a Clara Petacci. Madre mía, qué mal todo.

 

 


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