Blog de Manuel Saravia

El mundo es un dibujo de Escher

La oleada de protestas en todas partes, extraordinariamente diversas, aunque tengan orígenes diferentes, “expresa en general la quiebra de la confianza ciudadana en que los gobiernos sean capaces de afrontar los problemas”. Hasta hace no demasiado tiempo se consideraba que muchos de los grandes riesgos de la existencia no eran abordables. Pero hoy todo parece al alcance de la mano humana. Y su resolución debe figurar en la agenda de los gobiernos, que han de resolver pronto, y de manera eficaz e igualitaria. Pero en general no parece que se tenga la impresión de que se avanza por el buen camino.

En este inquietante panorama, Daniel Innerarity entiende que la principal amenaza de la democracia, que actúa en el fondo de muchas de aquellas protestas, “no es la violencia, ni la corrupción o la ineficiencia, sino la simplicidad” con que se analizan y abordan los asuntos. “En su forma actual, la práctica política constituye una capitulación ante lo complejo”. Y para explicar su posición acaba de publicar Una teoría de la democracia compleja (Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2020), que ciertamente debería titularse (como corresponde) “una teoría compleja de la democracia compleja”. Porque, más allá de lo sugerente del título, no es fácil de asumir su contenido y llevarlo hacia formas de actuar concretas.

Desde luego, no es su objetivo ofrecer recetas para la acción. Pues hablar de la complejidad tiene sus problemas. Hace ya bastantes años Edgar Morin tuvo bastante éxito con su Introducción al pensamiento complejo, donde definía la complejidad “a primera vista como un fenómeno cuantitativo, una cantidad extrema de interacciones e interferencias entre un número muy grande de unidades”. Pero que también comprendía «incertidumbres, indeterminaciones, fenómenos aleatorios”. En algunos ámbitos (sociología, economía, planificación, psicología, management) se ha investigado sobre las posibilidades de implementar planteamientos complejos a la acción. “Pero apenas se ha aplicado la perspectiva de la complejidad a la filosofía política”, nos dice Innerarity.

Seguimos pegados a la visión mecánica del mundo. “Los conceptos básicos de la teoría política proceden de una física social elaborada con las categorías mecanicistas del mundo natural”. Pero la realidad y las exigencias que nos planteamos son de otro orden. “¿Puede sobrevivir la democracia a la complejidad del cambio climático, de la inteligencia artificial, los algoritmos y los productos financieros? Nuestros sistemas políticos no están siendo capaces de gestionar la creciente complejidad del mundo y son impotentes ante quienes ofrecen una simplificación tranquilizadora, aunque sea al precio de una grosera falsificación de la realidad y no representen más que un alivio pasajero”.

Venimos “de un modelo estructurado por una administración estatal y una integración de los expertos, una combinación de capitalismo, estado del bienestar y progreso técnico-científico. La nueva gestión de la complejidad tiene que habérselas, en cambio, con una dinámica propia más intensa de las distintas lógicas desagregadas de la sociedad, con los espacios globalizados cuya economía es difícil de regular, donde la autonomía política entra en colisión con la interdependencia, así como las diferentes velocidades de los subsistemas sociales”.

Definitivamente, el mundo es ahora un dibujo de Escher. ¿Cómo actuar sin aplicar fórmulas simplistas? Quedémonos con la esperanza de Hannah Arendt, que se cita en el libro: “En política tenemos derecho a esperar milagros. No porque seamos supersticiosos, sino porque los seres humanos, cuando actúan libremente y en comunidad, ‘están en condiciones de realizar los inverosímil e incalculable”. A lo que remata Innerarity: “Siempre he interpretado estas palabras como una definición de la democracia”. El panorama actual “es más bien desolador”. Pero “toda la complejidad organizativa de la democracia es una conquista de la humanidad para configurar algo así como una sabiduría colectiva”.

(Imagen: Relativity Escher Wikipedia. Litografía de 1953).


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