Blog de Manuel Saravia

Pensar con Branko o frente a Branko

La cuestión es pensar. Recientemente se ha publicado en Alianza la edición española de The Haves and the Have-Nots (Los que tienen y los que no tienen, Madrid, Alianza, 2012), un libro de 2011 del economista del Banco Mundial Branko Milanovic. La verdad es que está muy bien. Es ameno e interesante, y expone las posiciones de unos y otros con claridad. Recomendable. Sobre todo porque induce a pensar.

El libro tiene tres partes. Una sobre la desigualdad entre las personas, otra de la desigualdad entre las naciones y una tercera que trata de la desigualdad global. A poco débil que te encuentres el libro te transmite una profunda tristeza. No es, desde luego, su intención; pero la provoca. Se remonta a los siglos del imperio romano, hace cuentas de las desigualdades que hemos ido viendo desde entonces y, aunque no lo quiera –repito-, no puede evitar dejarnos a los lectores sumidos en una inmensa melancolía. Siglos y siglos y siglos, y seguimos aferrados a unos patéticos argumentos para defender las inmensas desigualdades del mundo que hemos construido, que estamos construyendo todavía hoy. Es imposible dejar de ver y oír en él a nuestros políticos actualmente en el gobierno, enunciando uno tras otro sus prejuicios, sin apoyo científico ni estadístico ni experimental suficiente. Es cierto, las cosas no son tan sencillas como para despacharlas en un par de eslóganes. Pero la evidencia de lo indecente debería estar muy justificada para mantener sus fueros. Sabemos bien que ni lo necesitan ni lo intentan. Pero no deberíamos consentírselo. 

El libro incluye varios capítulos muy curiosos, sobre “el amor y la riqueza” en las novelas de Jane Austen o Dostoievsky, por ejemplo. Pero me gustaría, aunque sea menos entretenido, resumir alguna de sus problemáticas. Por ejemplo, cuando se pregunta: ¿La desigualdad favorece el crecimiento? O en una versión menos edulcorada: ¿Hay que apoyar a los ricos porque crean empleo? Milanovic concluye: sólo cuando “la nivelación de los ingresos (haya) ido tan lejos que las personas no vayan a esforzarse, a menos que se les permita guardar los frutos de su trabajo en mayor grado”; en los demás casos “la desigualdad puede entorpecer el crecimiento económico”. Juzgue el lector: ¿nos encontramos en el primer caso, o en el segundo?

También se pregunta: ¿La desigualdad puede ser justa? Milanovic nos lleva a Rawls, cuando vinculó desigualdad e injusticia en esta frase: “La injusticia está formada por simples desigualdades que no benefician a todos, y en particular a los pobres”. Luego dice que su aplicación no es fácil, directa, inmediata. Pero el principio está ahí. Y una frase más sobre la que quiero llamar la atención en este primer post sobre el libro. Porque Milanovic señala que tal vez al lector le resulte sorprendente saber que existen pocas teorías o estudios teóricos acerca de la formación o evolución de la desigualdad en la distribución de la renta entre los individuos. Y es cierto: ¿por qué son tan escasísimos (y repito: escasísimos) los estudios sobre la desigualdad?

Pues bien, el autor apunta una razón que si la dijese cualquiera que no estuviese en su posición (economista de primer nivel del Banco Mundial) sería tachado de ingenuo, pero que en su boca la respuesta adquiere una dimensión indignante: “Porque no son particularmente apreciados por los ricos”. El director de un prestigioso centro de estudios de Washington se lo dijo claramente al autor. Su fundación no financiaría un trabajo que en su título mencionara “la desigualdad de la renta o de riqueza”. Estarían dispuestos –recuerda- “a patrocinar cualquier estudio relacionado con el alivio de la pobreza, pero la desigualdad era un tema completamente diferente.

¿Por qué? Pues porque «lo cierto es que ‘mi’ preocupación por la pobreza de algunas personas me proporciona una cálida y agradable sensación de bienestar, ya que estoy dispuesto a utilizar mi dinero para ayudarles. La caridad es una cosa buena; muchos egos se hinchan gracias a ella y sirve para aumentar la reputación ética aunque sólo se donen pequeñas cantidades a los pobres. Pero la desigualdad es otra cosa. Cualquier mención a ella pone en duda la legitimidad o lo apropiado de mis ingresos”. Y ante estas afirmaciones del director de aquel centro de estudios, la pregunta es: ¿Dónde está la universidad? ¿Dónde sus estudios independientes sobre los temas que interesan a la gente, al mundo? Ay, la Universidad.

(En la imagen, Branko Milanovic, procedente de hotnycnews.photoshelter.com)


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