Blog de Manuel Saravia

El perverso uso político del adjetivo “inteligente”

En numerosas ocasiones desde nuestro grupo político en el Ayuntamiento de Valladolid hemos rechazado, en los últimos años, el uso insidioso del adjetivo “inteligente”. Lo hicimos especialmente cuando se hablaba de asuntos relacionados con la consideración de Valladolid como “Smart City”. Llegamos incluso a plantear un ruego para que el empleo de ese término se ajustase, también en otros ámbitos, a su sentido tradicional, evitando que se utilizase para connotar modernidad o soluciones propias de la era digital.

Rechazábamos que esa multiplicidad de elementos a los que se cuelga ese adjetivo (soluciones domóticas de las viviendas inteligentes, infraestructuras inteligentes, autopistas inteligentes, edificios inteligentes, aparcamientos inteligentes, papeleras inteligentes…, todo tipo de dispositivos y mecanismos, incluso “pelucas inteligentes”) se asociasen a una supuesta “inteligencia” (propia de las personas, no de las cosas: no está de más recordarlo) que se intentase situar en un estado superior al resto, supuestamente simplón, sandio, o incluso tonto de remate.

Pero es que Sandel nos advierte ahora de otro uso igualmente perverso. O claramente peor. Nos recuerda, para empezar, que el uso de la palabra smart se disparó en los últimos años en el lenguaje político. Y así, veámoslo como síntoma, los últimos presidentes de Estados Unidos lo usaron con profusión. Bush y Clinton, en más de 450 ocasiones en sus respectivas presidencias. Y Obama más de 900 veces. (De Trump no sé nada). Se utiliza desplazando las contraposiciones éticas o ideológicas (justo frente a injusto, correcto frente a incorrecto), para centrarse “no solo en la forma correcta de actuar, sino en la forma inteligente de actuar (…). Un tic retórico que da a entender que, en una era meritocrática, lo inteligente tiene más peso persuasivo que lo éticamente correcto”.

Y es que las alusiones a lo inteligente “ofrecen un refugio frete al combate ideológico, una forma de debate político que se aparta de la controversia moral para buscar consenso en torno a aquello que se considera inteligente, sensato, prudente”. Ofrece un apariencia no partidista. Obama, por ejemplo, dijo oponerse a la guerra de Irak por ser “una guerra estúpida”. Y abogó, siendo ya presidente, por “recortes del gasto inteligentes”. Porque (sigue Michael J. Sandel) “la élite no parecía darse cuenta ni del carácter partidista de sus políticas ‘inteligentes’ ni de las actitudes arrogantes y soberbias que sus persistentes alusiones a la ‘inteligencia’ y la ‘estupidez’ denotaban”.

Es llamativo lo hondo que ha llegado a penetrar en la vida social “la percepción meritocrática del éxito”. Pues ahí es donde nos lleva el uso perverso del término inteligente. Lo cual “hace que la gente esté más dispuesta a aceptar la desigualdad”. El último libro de César Rendueles (Contra la igualdad de oportunidades. Un panfleto igualitarista; Seix Barral, 2020) abunda en la misma idea. “La meritocracia está dando gato por liebre. No es un sistema de recompensa al esfuerzo sino de legitimación de los privilegios heredados. En España se pueden predecir con bastante exactitud los resultados académicos de un niño sencillamente conociendo su código postal”.

Todos somos bastante inteligentes. Pero solo algunos han estudiado en Harvard o en Oxford. Porque se asocia la inteligencia con los estudios universitarios (los que no los tienen son “listos”, ¿verdad?). Y así “el credencialismo está cambiando el rostro del gobierno representativo”. De manera que “las personas con carrera gobiernan a las que no la tienen”. Y Sandel hace las cuentas, para Gran Bretaña: “En el Reino Unido un 70% de la población adulta carece de título universitario”, pero en el Parlamento “solo un 12% de los diputados no poseen alguno. Y casi 9 de cada 10 parlamentarios británicos tienen carrera, y la cuarta parte de ellos fueron a Oxford o a Cambridge”. En fin. Inteligencia a raudales.

(La imagen -tan fea- del encabezamiento procede de keybps.com/las-ciudades-buscan-volverse-mas-smart).


Dejar un comentario