Blog de Manuel Saravia

Piedra, agua, madera, y otros animales

Ahora que se pretende construir por el Ayuntamiento de Valladolid una serie de viviendas colaborativas (con una nueva escuela taller), y que se piensa fundar esa misma construcción en el uso extensivo de la madera, vuelvo a traer un post de hace algunos años (urblog.org) en el que se valoraba ese material.

Acero y aluminio, cristales, textiles, plásticos. Sobre todo, hormigón. Y brea, mucha brea en las calles. Las ciudades se endurecen con materiales salvajes, ecológicamente inconvenientes, agresivos y peligrosos como fieras en tantas ocasiones. Y sin embargo, ahí están también los ladrillos, las piedras, las pizarras o las viejas piezas de madera que, conviviendo con nosotros en miles de generaciones, han acabado por amansarse. Es curiosa la vida privada de los materiales. Los más primitivos son hoy los más domésticos; y los nuevos, los que nosotros hemos creado, los más indómitos.

Los materiales viejos parecen seres dormidos (haciendo la siesta) mientras en sus arrugas (de vejez) bullen de vida ciudades diminutas («ciudades diminutas en relieve, laberintos de calles, casas de extraños seres de tinieblas», según lo veía Lorenzo Oliván). Como flores carnívoras se alimentan de insectos en sus oscuras cavidades. De su palpitación telúrica da cuenta ese insistente perfume de resinas que entrega por siglos la madera (una fragancia de café); lo informa su «nudoso gemir» (Caballero Bonald), o el sabor de la sal en la piedra, «paladeable como espesa noche» (Neruda). Los persas creían que las vetas del mármol (esa piedra de cristal) eran portadoras de fuego y vitalidad: vetas de vida. Y en la cultura del Japón algunos salen a recoger piedras como se rebuscan setas o caracoles. Allí los jardines se prefieren hechos de guijarros y una roca representa el agua. Piedras o maderas rescatan formas y volúmenes del mundo de los sueños (Miguel Otero), y mueven la sombra. Y como los sueños, su materia es combustible y frágil («Mi sueño es de madera combustible y frágil como el beso»: Rosalía Vallejo).

Pueden verse agrupadas en rebaños las ruinas de piedra. Con la sabiduría de los viejos perros falderos, simbolizan el orden y la conformidad con ese mismo orden. Desde luego, obedecen (la piedra «no entiende nada. Y obedece»: Rosario Castellanos). Pero otras rocas aúllan y cantan lejos, en soledad. Con frecuencia se asocian con otros animales y plantas: hemos visto caracoles en los capiteles, y rosas en el desierto. Y así como el agua tiene esa «fresca costumbre de ser simple tormenta» (Octavio Paz), las piedras, por su parte, se obstinan en «detener al viento». Los leños y las vigas hacen gala de una paciencia sorda («es de madera mi paciencia, sorda, vegetal»: César Vallejo). Y unos y otras finalmente envejecen, como lo haría cualquiera, y mueren hacia adentro.

Forman su propio ecosistema, sólo vivo con el concurso de otras fieras salvajes, de difícil domesticación: agua y viento. Si interaccionan, «abisman las coordenadas» («una piedra en el agua de la cordura abisma las coordenadas»: Coral Bracho). La madera abraza al agua en el tonel, y el agua a la madera en el mar y el barco. También se enredan en los postes de los palafitos. Y susurran a la noche desde lo profundo cuando están en Venecia. Una piedra blanca reposa «como el agua lunar en un cráter extinto» (Paz). Y el agua le da voz a la piedra (la voz que suena cuando cae «como piedra blanca en un lago tranquilo»: Miguel Otero), pues no por casualidad el canto se llama canto. El viento entre los árboles es un vaso de resonancias («si decimos madera, se oye el viento poniendo entre los árboles su música»: Leopoldo de Luis). Y habla también con la madera en la guitarra («voz de profunda madera desesperada»: Nicolás Guillén), o en la flauta («las flautas de madera pacifican el aire»: Lorca).

Todo madera: Estambul. Todo agua: Venecia. Todo piedra: Petra. Todo viento: Shibam. Al fin y al cabo la compañía de esos materiales puede contribuir a la felicidad. Que es piedra: «se juntan nuestras manos como piedras felices» (Carlos Edmundo de Ory). Que es la madera en el agua: «así era la felicidad (…): un leve deslizarse de remos sobre el agua» (Jorge Teillier).

(Imagen del encabezamiento: Two Cork Houses. López Rivera Arq. Fotografía de José Hevia y Juande Jarrillo. Madera estructural y revestimiento exterior de corcho. Procedente de maderayconstruccion.com/tag/arquitecturademadera/).

 

 

 


Dejar un comentario