Blog de Manuel Saravia

Poetas árabes en Página abierta

En el número 213 de Página abierta se incluye una selección de textos de algunos poetas árabes (de ayer y de hoy). Y hay cosas tan sugerentes que me he permitido recoger algunos versos y traerlos aquí. (Tomémoslo como un descanso en mitad del blog).

Empezaremos con estos versos del sirio Muhammad Abu-Laban: “En poemas y canciones el mozo confirmó / que son verdad los sueños / y mentira la vida”. La clave está en esos “poemas y canciones”. Pues seguramente es la música la principal condición de verdad de los sueños, lo que les hace más verosímiles, más ciertos. O dicho de otra manera: un sueño sin forma es muy difícil de perseguir, es sólo, casi siempre, un vago anhelo. Pero un sueño que puede ser enunciado (la descripción de un sueño siempre es musical) sin remisión imanta.

O los de la palestina Fatena al-Gurra: “Cuando el cosmos parece un agujero negro / tú me encuentras, allí, reposando, / embebida en mi propia soledad, / esperando algún rayo de sol”. El título de este poema breve es: “Esperanza…”. Sí: esperanza con puntos suspensivos. Decía Bloch que “una vez alguien salió al ancho mundo para aprender qué era el miedo”. Pero –continuaba- “ha llegado el momento de que tengamos un sentimiento más acorde con nosotros. Se trata de aprender la esperanza”. Un sentimiento que se sitúa sobre el miedo, que no es pasivo. “El afecto de la esperanza sale de sí, da amplitud a los hombres en lugar de angostarlos”. Toda una teoría que para explicarla necesita Bloch tres gruesos volúmenes (El principio esperanza), pero que Fatena lo demuestra perfectamente en unas pocas líneas.

Del egipcio Naguib Surur me ha parecido interesante lo siguiente: “- Dad al César lo que es del César / y al dios / lo que es del dios. / – Y a nosotros, ¿qué nos dejas? / – ¿Qué os queda a vosotros? / – Nada queda… / – Daos por satisfechos… ¡para vosotros hay un paraíso!”. Un paraíso. Es decir: un sueño, nuevamente. El hijo de Surur, Shohdy, fue condenado en 2002 a un año de cárcel por haber publicado en internet (www.wadada.net) un poema de su padre escrito treinta años antes. La excusa fue que se trataba de un atentado a las buenas costumbres. Pues eso: en los paraísos, si los hay, sencillamente no es posible ese tipo de atentados.

Algo también del iraquí Abd al-Wahab al-Bayati: “Llamó con el nombre de su excelencia todas las plazas / todos los ríos/ y todas las cárceles de la vencida patria”. Otra vez chocamos con los nombres de las cosas. Y no es un tema menor, como sabemos. Pero lo que resulta más curioso de estos primeros versos del poema (que se titula “El Dragón”) es la enorme voracidad de la tragonería de “su excelencia”, que le lleva a poner su nombre no sólo a las cosas gloriosas o siquiera agradables. Las cárceles también se nombrarán con su mismo título. Lo que nos indica (algo que ya sabíamos) que la codicia, toda forma de codicia, suele ir por delante del sentido del ridículo.

Y por último un par de versos del poeta sirio del siglo XI Abu-l-Ala al-Maarri: “Tuve que domar mis arduas esperanzas, / que caballos eran en soleados prados”. Vuelve a salir a nuestro encuentro la esperanza. Es curioso. Son tan sencillos los textos viejos que cobran, por su misma sencillez, una inmensa carga poética. Unos caballos en los prados, en un día de sol: la imagen no puede ser más atractiva, más placentera, más… como dijimos antes: más musical. Pues bien: en la voz de aquel poeta, tal era la esperanza. Caballos en soleados prados: qué bonito.

(Imagen: jenniferburgess.com)


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