Blog de Manuel Saravia

Poner en cuestión el discurso de la seguridad

La seguridad es una competencia básica, una figura en todas las reglamentaciones desde el origen de la institución municipal. Destacamos un asunto: el artículo 14, apartado e) de la Ley 2/1985, de Protección Civil, que establece que corresponde a las Administraciones Públicas “la promoción y apoyo de la vinculación voluntaria y desinteresada de los ciudadanos a la protección civil”. Es decir: vincular la seguridad al conjunto de la población: no está mal. Pero, de entrada, los temas que nos encontramos son múltiples. Si dejamos aparte todo lo relacionado con la Policía, que ya se comentó otro día, tenemos, al menos: la actividad de los Bomberos (y las intervenciones fuera del término municipal), la gestión de las emergencias, los planes de emergencia y la protección civil en general; la autoprotección, los espectáculos pirotécnicos (un asunto muy concreto, pero que destacamos), la información y accesibilidad de los servicios de protección. Y desde luego, el tema de las antenas (pues de seguridad se trata). En todo caso, el debate sobre la seguridad en general.

Hemos revisado detalladamente la página web de Protección Civil de Valladolid. Muy completa y trabajada, con mucha información, sistemática. Son curiosas las notas de historia. Está bastante clara la organización interna (aunque enormemente descompensada, en cuanto a personal adscrito, a favor de la División Operativa de Intervención). Hemos visto los materiales y medios con que cuentan, la distribución de zonas entre los dos parques, Hemos leído las memorias anuales (¿por qué se acaban en la de 2008?) y conocemos el resumen de las intervenciones (la media diaria, los distintos tipos, el tiempo medio de respuesta, etc.).

Hemos revisado igualmente los planes de emergencia y de autoprotección, los sistemas de alerta, los folletos editados, cursos realizados, medidas previstas ante el riesgo de heladas, simulaciones, etc. Hemos ordenado la enorme cantidad de normativa vigente (en esto la página web es, en su afán de no dejar nada sin incluir en cada capítulo, algo reiterativa y complicada), y hemos leído el Plan Territorial de Protección Civil del Municipio de Valladolid vigente (de 1998: ya es algo anticuado, pero hay modificaciones hasta 2008).

Pero nos ha llamado la atención el escasísimo debate que se produce en Valladolid en torno a la seguridad. Izquierda Unida (una vez más la excepción) ha venido defendiendo la integración en una única estructura del servicio de extinción de incendios, la policía municipal y la protección civil; y ha reclamado para el servicio de incendios aumentar medios y plantilla, además de mejorar notablemente el Parque de Canterac. Y ha dicho también que debería impulsarse “el servicio de prevención, revisión de edificios, banco de datos, formación ciudadana, etc.”, así como establecer “un reglamento de servicio interno y externo que incluya protocolos de actuación que den seguridad”. El PSOE tan sólo hablaba (en el Programa de 2007) de la reforma de Canterac, mejor planificación y “potenciar el Programa de Voluntariado y Participación Ciudadana en Protección Civil”. Mientras que el PP no decía absolutamente nada.

Creemos que es necesario debatir más ampliamente sobre seguridad. Es uno de los temas de nuestra época. Con la excusa de la seguridad van a llegar algunas de las mayores agresiones a los derechos: ya lo hemos comenzado a ver de forma muy llamativa en los últimos años. Es preciso en este tema tener las cosas claras. Hagamos futurología (a veces es útil), siguiendo el reciente libro de Neil Smith (Después del neoliberalismo: ciudades y caos sistémico, coordinado por Neil Smith y editado por el MACBA y la Universitat Autònoma de Barcelona en 2009). En él se comenta que “en el contexto actual la perspectiva es que un neoliberalismo atrofiado –muerto pero dominante- amontone caos encima de la crisis”, y que en consecuencia el futuro de las ciudades vuelve a ser extraordinariamente abierto. Mucho más, desde luego, de lo que cabía presumir hace unos pocos años. Y se advierte que en el debate que habrá de producirse como consecuencia del caos (que ya se está produciendo), el discurso sobre la seguridad va a ser uno de los temas fundamentales, si no el principal.

Convendría, una vez más, recordar el difundidísimo estudio de Ulrich Beck sobre la sociedad del riesgo (La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Barcelona, Paidós, 1994). Porque es importante contemplar los dos aspectos de la seguridad a que se refieren los dos términos ingleses sobre la cuestión: security y safety. Riesgos, pero no sólo sociales, sino también los ambientales y los tecnológicos. También los riesgos al fuego y a la explosión, por ejemplo. Hoy la seguridad urbana sigue siendo un problema de primer orden, aunque no parezca estar «en la agenda» de la política nacional como tema específico. Pero enunciar un planteamiento general sobre esta cuestión no es fácil. Las pautas derivadas del principio de precaución también son fundamentales en el debate. Pero, de cara al futuro, ¿qué posición adoptar, qué ciudad construir que defienda los derechos y no reduzca la protección, en todos los ámbitos?

Conviene tener presente que cuando empiece a articularse alguna nueva fórmula de oposición al sistema urbano y social hasta ahora dominante, “en muchas partes será desafiada a menudo violentamente por un despliegue estatal de ideologías de estricta seguridad” que presentarán a los trabajadores en huelga, inmigrantes, grupos étnicos, jóvenes airados, activistas del medio ambiente y pacifistas como potenciales terroristas. La seguridad y el terrorismo serán, posiblemente, las bazas más empleadas para contrarrestar esta naciente oposición política y social”. Por tanto, se ha de tener alguna respuesta clara desde ese mismo campo de la seguridad urbana y global. Es preciso evitar el pánico y ese “miedo con muchas caras” que va a funcionar como “poderosa fuerza de control social”. De hecho, tanto si se recurre a “incrementar el pánico por la seguridad” como si se cae “en lo apocalíptico, tendrá el efecto de inmovilizar a toda la oposición efectiva, sea por miedo o por falta de esperanza”.

Como decíamos, uno de los grandes temas de la seguridad es el de los incendios. Hay miles de medidas de protección, muchas ya con rango legal, de obligado cumplimiento. Pero, sin embargo, sorprende la insistencia en soluciones urbanas y arquitectónicas peligrosas. Ahí están, por ejemplo, los edificios altos. Se siguen proponiendo sin ninguna necesidad, sin ninguna razón que los avale, aunque se trate de una tipología mucho más insegura que cualquier otra (¿hasta dónde llegan las escalas de los Bomberos?). Y se siguen construyendo túneles innecesarios (donde también se incrementa enormemente el riesgo: el efecto trampa actúa). Pero también siguen generándose inseguridades por el tráfico rodado. La cuota de víctimas, por más que se haya reducido (notablemente, es cierto), sigue siendo un escándalo. La velocidad importa, pero también el diseño que la «sugiere», que invita a que se circule deprisa.

Desde luego, la posibilidad de inundaciones, terremotos u otros desastres naturales (propios de la actuación de protección civil) también está regulada. Y parece que se trata de conseguir información suficiente y de hacer cumplir lo legislado. Otra cosa bien distinta es la protección respecto a las caídas, escrupulosamente regulada en los edificios, pero mucho más ambigua en el espacio urbano. Lo mismo que los riesgos por desprendimientos del terreno o por caídas de cascotes u otros elementos de los edificios ruinosos. Pero, con el actual renacer del debate energético, las nuevas propuestas del presidente Obama en Estados Unidos y el enorme impulso que parece recobrar la “opción nuclear” en Europa (y aquí mismo, en Castilla y León, como sabemos) resultan sorprendentes. Sobre todo porque nada de lo que generó ese debate años atrás parece haber cambiado de forma significativa. Y sin embargo en la actualidad da la impresión de que estamos dispuestos a asumir los riesgos que entonces no se quiso. ¿Por qué puede ser?

Repetimos: hay que insistir en este debate sobre la seguridad. No sólo (que también) el de las inseguridades ante agresiones y violencias, sino igualmente el de la seguridad frente a los demás riesgos: tecnológicos, naturales, medioambientales, etc. Debatir sobre las antenas de la Plaza de la Ribera de Castilla, por ejemplo, es también hacerlo sobre los intereses de quienes las instalan. Porque el debate sobre seguridad y libertad está extremadamente viciado por los inmensos intereses económicos que conlleva. Cuando el resultado de una discusión teórica puede afectar a un enorme negocio hay muchas probabilidades de que los interesados traten de influir a favor de sus posiciones. Y como quiera que la mayor parte de las informaciones relevantes no se obtienen directamente, hay que ser extremadamente cautelosos con lo que nos llega. En este caso hay que contar con la presión que puedan hacer las grandes empresas multinacionales de la seguridad. Ya decimos: es imprescindible organizar esta discusión.

(Imagen: Antenas junto al instituto Ribera de Castilla que se retiraron en 2007 por orden judicial. Foto: M.A.S. de El Norte de Castilla).

 


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