Blog de Manuel Saravia

Reconocer las olas y las corrientes. El mapa mental de Coscubiela para entrar en el futuro.

Sostiene Eduard Dalmau (El porqué de los mapas, Debate, 2021) que “ningún grupo humano puede existir ni evolucionar sin (la ayuda de) mapas mentales, más o menos complejos”. Y que, sin lugar a dudas, “los mapas mentales de aquellos que partían alcanzaban un nivel superior al de los que se quedaban en el campamento base” (que se limitaban a describir las proximidades, de forma mucho más esquemática). Cuenta Dalmau la historia de los primeros mapas y su porqué. Algunos curiosísimos, como los “mapas de palo” micronesios: unas cartas de navegación construidas con nervaduras de cocotero, conchas marinas y trozos de coral, utilizadas desde tiempo inmemorial para registrar las informaciones relativas a corrientes, marejadas, flujos y reflujos, y detectar los tipos de oleaje en la vecindad de los atolones. Unos objetos de extraño aspecto, intrincado y abstracto. Pero de utilidad indudable.

Joan Coscubiela ha publicado un nuevo libro, La pandemia del capitalismo (Península, 2021), que también pretende ofrecer un mapa mental (“ordenar mi cabeza”), y del que nos ofrece una modesta síntesis: “Una maratón en la que, a tramos, hay que esprintar”. Pero que sobre todo quiere “ofrecer respuestas que, para ser útiles, deben construirse a partir de la cultura de la interdependencia y la cooperación a todos los niveles”. Una red de enlaces y relaciones. Lo cierto es que su carta está muy trabajada y es algo más compleja que lo que indica aquella atlética frase. De hecho, he podido contar un grupo de “nervaduras” (hasta 20), como si viviésemos en el Pacífico, en el mapa que nos ofrece para orientar la navegación de los próximos años.

  1. Reconstruir el sentido moral de la economía. Más allá de “la ética de los corsarios”, por encima del “blanqueo moral” y legitimación que en ocasiones promueven las universidades, ONGs o laboratorios de ideas (a cambio de donaciones), desbordando “el capitalismo de la vigilancia que supone el cenit de esta confusión interesada entre mercado y sociedad”, es urgente “dar un nuevo sentido moral a la economía”.
  2. Frente a la negación de los riesgos o su externalización a terceros, insistir sin tregua en “la cultura de la sostenibilidad”.
  3. “La humanidad necesitó muchos siglos para darse cuenta de que nuestro planeta no era el centro del universo, ahora tenemos menos tiempo para interiorizar que los humanos no somos el centro de la Tierra”. Del egocentrismo antropocentrista a la ecodependencia.
  4. Competir cooperando”. El equilibrio entre competencia y cooperación es ancestral, pero la ruptura de esa armonía en algunos momentos (como con el ultraliberalismo) ha demostrado su gran capacidad destructiva. La competitividad cooperadora debe abrirse paso. En política también, pues “la competitividad salvaje entre partidos ha hecho desaparecer prácticamente el espacio de los acuerdos”.
  5. Poner los huevos en distintas cestas. Construir una economía más equilibrada, especialmente en su distribución sectorial y especialización territorial.
  6. Apostar por la innovación. “En los próximos años se va a producir un nuevo reparto de cartas (…) pero hace falta planificación y cooperación, a partir de una estrategia de I+D+innovación que debe ser ambiciosa sin dejar de ser realista”.
  7. “Del austericidio a la austeridad”. Promover la austeridad en el sentido de Manuel Sacristán o Ivan Illich (aunque a este último no le cita Coscubiela).
  8. Desmercantilizar, descontaminar, democratizar”. Devolviendo al mercado el lugar que le corresponde, obligándolo a abandonar el papel de gran regulador de la sociedad, incluso de la política”.
  9. Los sujetos colectivos de este nuevo pacto civilizatorio: de género, ecológicos, generacionales. “Integrar esas nuevas expresiones del conflicto social deviene clave”.
  10. “Gobernar la rabia”. Contra los demás y contra los que nos gobiernan u ostentan algún tipo de representación del interés general. “El sentimiento de rabia de la ciudadanía dificulta la tarea de buscar equilibrios, además de ser el caldo de cultivo perfecto para la manipulación y la crispación”.
  11. Frente al “momento VUCA” (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad), una nueva centralidad de los trabajos. La renovación de la centralidad social y política de los trabajos se va a producir en el siglo XXI “en unos términos que en estos momentos desconocemos”.
  12. Personalizar los trabajos. Sin que suponga “profundizar en la individualización de las relaciones laborales”. Hacer “compatible la personalización en la prestación del trabajo con el mantenimiento colectivo de las condiciones de esa prestación”.
  13. Repartir el empleo para compartir los trabajos. Recordemos una “clásica consigna de la lucha feminista: repartir el empleo para compartir los trabajos”.
  14. La reconquista de la igualdad social. “Las batallas por la igualdad han sido más eficaces y fructíferas cuando los débiles se han unido y cooperado entre ellos”. “Reducir de manera significativa la desigualdad social galopante”. Especialmente la que afecta a colectivos muy sensibles, como la juventud, y desprotegidos, como la infancia.
  15. Reducir la desigualdad de rentas. Que aumente la dimensión de nuestras empresas, y su cooperación estratégica. El ferrocarril como prioridad para las mercancías. “La regulación del trabajo a distancia (teletrabajo) y de los falsos autónomos no solo de los riders, resultará crucial”. Y reequilibrar económicamente el territorio (la España vaciada forma parte de una dinámica global) es caro, pero mucho más no hacerlo.
  16. Recuperar la función igualitaria de la educación. Potenciar la red pública. Y revertir “la cultura triunfócrata de la excelencia”. Insistir, con urgencia, en estas tres palancas igualitarias: revertir la reforma laboral de 2012, reconstruir el sistema educativo y reconsiderar el sistema fiscal.
  17. Afrontar la debilidad fiscal de los estados, su endeudamiento respecto al capital. Porque no se puede perder soberanía política. Y en este marco, aumentar la capacidad redistributiva de nuestro sistema fiscal. Es especialmente insoportable el impuesto de sociedades. O el tratamiento fiscal de la herencia. La imposición verde, “en la que España tiene mucho terreno que recorrer”. Y la necesidad de recomponer equilibrios territoriales (Coscubiela habla de la revisión de los regímenes forales y el dumping de la Comunidad de Madrid).
  18. Revertir la marginación de las administraciones locales. También “dejar claro que Europa no forma parte de la política exterior, sino que es cada vez más política local”. Y plantear reformas del estado que no pueden esperar: evitar el “efecto eucaliptus” del procés, que “ocupa todo el espacio político del debate territorial”, el empantanamiento de Catalunya (diez años ya).
  19. La “ciudadanía no nacional”, a quienes se les niega incluso el derecho a votar. Uno de los cambios que requieren plantearse a escala europea.
  20. Por último: uno de los hechos más importantes de los últimos meses, que ha pasado prácticamente desapercibido: el agua ha comenzado a cotizar en el mercado de futuros de Wall Street. El bien común por excelencia, el agua, entra en el mundo de la especulación por excelencia, los mercados de futuro. Un paso más en la lógica hipermercantilista, que todo lo impregna y a la que debemos hacer frente.

Al parecer el primer mapa del mundo que conocemos lo dibujaron los babilonios (en una tableta de arcilla del 600-500 a.C.). Allí se representaba un mundo plano rodeado por el río océano (“Amargo”), con siete islas alrededor, de forma que el conjunto se asemejaba a una estrella. ¿Podríamos elegir isla? Las descripciones de las dos primeras no se han conservado. Pero la tercera es “donde el pájaro alado no acabó su vuelo”: no nos gusta. Si pudiésemos elegir, insisto, mucho mejor sería la séptima: “donde amanece la mañana”. ¿Nos podrá llevar hasta allí el mapa de Coscubiela?

(Imagen: un mapa de palos polinesio, procedente de joyofmuseums.com).


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