Blog de Manuel Saravia

Refugiados y hospitalidad: Valladolid

Preocuparse por los inmigrantes y los refugiados es interesarse por nuestro futuro. El de nuestros hijos. El de la cultura y la democracia. Se ha dicho tantas veces… La ciudad es fruto del desarraigo (gente que dejó el campo). Como también lo es la palabra, o cualquier institución razonable que pretenda sustituir el suelo por la ciudadanía. Y así, la costumbre del hospedaje contribuye a desmontar los prejuicios del huésped y de su anfitrión sobre sí mismos.

Todos somos, o hemos sido, o lo fueron nuestros padres o abuelos, inmigrantes. Un libro reciente, del filósofo napolitano Fabio Ciaramelli, titulado La ciudad de los excluidos (Trotta, 2023) expresa de nuevo el temor a desconocer los anteriores enunciados. “En vez de ser lugar de intercambios y de convivencia de gentes diferentes, las ciudades se transforman en espacios cerrados, reservados material y simbólicamente a ciertas categorías de personas ‘seguras’ (…). El imaginario de la exclusión que domina a la ciudad global desemboca en peligrosas formas de miopía autodestructiva”.

De ahí que actuaciones tan elementales, tan sencillas y, en mi criterio, tan indiscutibles, como la de levantar en las ciudades centros de atención a los refugiados, sean absolutamente necesarias. En modo alguno suficientes, pero imprescindibles. Y, sin embargo, parecen poner en marcha rechazos que parecen poco pensados, intuitivos y, casi siempre (creo) infundados. En Valladolid se ha ofrecido al Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, una parcela junto al hospital Pío del Río Hortega. Y, aunque se informó públicamente (la decisión y los datos de la operación se hicieron públicos inmediata y reiteradamente, en todos los medios), hay quien insiste en que no se conocen ni sus características ni sus implicaciones.

Repitámoslo. Se trata de construir un “Centro de Acogida de Refugiados” (“CAR”) en el que se prestará, con carácter temporal, alojamiento, manutención y asistencia a un conjunto de 200 personas (incluyendo sus familias) que posean la condición de refugiado, carezcan de medios económicos para atender a sus necesidades vitales y lo soliciten, para facilitar su integración sociocomunitaria en España. Conlleva una inversión fuerte (del orden de 10-14 millones de euros) y la creación inicial de cerca de 40 puestos de trabajo. Estos centros cuentan siempre con diversas instalaciones públicas, entre las que se incluyen espacios deportivos abiertos al barrio.

La parcela cuya cesión al Ministerio se está tramitando en Valladolid es de 10.400 m2, y está calificada en el PGOU de uso “colectivo social y asistencial”. Por supuesto, se cederá de forma gratuita al Ministerio. Pues cuando se acaba de ceder a la Junta otra parcela valorada en 11 millones de euros sin contraprestación alguna para el parque de maquinaria, no parece coherente que si el destino es social y público se establezca precio. Su capacidad será, como decíamos, de 200 personas, similar a la de otras parcelas que se están proyectando ahora en otras ciudades. (Abajo, señalado en rojo: emplazamiento del futuro CAR de Valladolid, en calle Dulzaina, 18).

Porque, en efecto, en estos momentos hay varios proyectos como el de Valladolid en marcha. Y lo cierto es que en la mayoría de los demás lugares en que se piensa levantar este tipo de instalaciones, también se han levantado recelos. Ley de vida. Con argumentos, curiosamente, repetidos: en Soria (200 plazas, en Los Royales), en Azuqueca (200 plazas, en calle Gemma Mengual), o en Vitoria (350 plazas, en Arana), ha habido quejas vecinales. En Mérida, donde el centro se saca totalmente fuera de la ciudad, a varios kilómetros (vaya fiasco), obviamente no ha habido contestación. Pero con frecuencia el rechazo o la polémica no ha sido solo con los vecinos, sino que algunos partidos (PP, Vox y PNV) se han sumado a las críticas. (Abajo: los emplazamientos de Vitoria, Soria, Mérida y Azuqueca; todos próximos a viviendas, excepto en Mérida, situado en el campo y más allá del polígono industrial: magnífico, enhorabuena).

No es nada nuevo. Todos los centros que se consideran “sensibles” (llamémosles así) causan rechazo. En Valladolid, una nueva asociación, creada precisamente (según dicen ellos mismos) por el repudio a que se instale en su barrio un centro de este tipo, reitera los argumentos clásicos: por qué aquí, ya hemos cumplido, hay lugares mejores, etc. Pero lo cierto es que las parcelas de los centros de refugiados que existen en España desde 1987 no han causado ningún problema en el entorno, sino todo lo contrario. Y sus emplazamientos no pueden ser más urbanos. En la calle Luis Buñuel de Vallecas; en la calle Sariñena de Alcobendas; en el Cno. Viejo de Xirivella, en Mislata; o en (atención al nombre) la Plaza de la Acogida de Sevilla. (Abajo, los centros actuales de Vallecas, Sevilla, Alcobendas y Mislata).

Dice Ciaramelli, directamente, lo siguiente: “La llegada de nuevos seres humanos, o sea, el porvenir que se nos viene encima: he aquí la experiencia de la que puede renacer la esperanza europea. Llegan de las maneras más increíbles, capaces de resurgir de las olas del mar, tras haber atravesado dificultades y adversidades a las que en la sociedad del bienestar ya no estamos acostumbrados”. Y ¿por qué no acabar con Empédocles?: “El nacimiento es un viaje al extranjero”. Sí: todos somos, o hemos sido, o seremos, inmigrantes.

(Imagen del encabezamiento: el Centro de Refugiados de Sevilla, en la Plaza de la Acogida. Todas las imágenes proceden de google.com).

 


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