Blog de Manuel Saravia

Se dirá que no volverá a suceder

Nuevos accidentes nucleares

El 12 de diciembre de 1952 se produjo el primer accidente nuclear importante. Fue en Chalk River, Ottawa (Canadá). Pero puede decirse que entonces no había experiencia, que aún no se conocía bien la tecnología. No como ahora, que ya se conoce bien. El 30 de septiembre de 1957 hubo una explosión en la central de Chelliabinsk-40, también llamada Mayak, en los Montes Urales. Al parecer, el sistema de refrigeración no era fiable. No como ahora, que son de toda confianza. El 7 de octubre de 1957 hubo un incendio en un reactor de Windscale-Sellafield, en Liverpool. Lamentablemente el informe sobre el incendio fue censurado por el primer ministro británico, Harold Macmillan, que temía que el incidente dañase el acuerdo de defensa con USA, y no podemos minimizar las causas.

El 3 de enero de 1961 hubo otro accidente en Idaho Falls, con un reactor experimental. Se dijo que fue destruido cuando una varilla de control fue retirada de forma incorrecta: un fallo humano, por tanto. Ahora los trabajadores de las centrales no cometen fallos. El 28 de marzo de 1979 otra serie de fallos humanos y mecánicos causaron el accidente de la central de Three Mile Island, en Harrisburg, Pensilvania. Se han atribuido las causas, además, a un equivocado diseño de la planta, que la convertía en tremendamente insegura. Ahora los diseños son magníficos. El 7 de agosto de 1979 hubo otro accidente en la central secreta de Irwin (Tennessee, EEUU), pero no hemos encontrado información suficiente para minimizar las causas. El 8 de marzo de 1981 hubo una fuga de agua radiactiva de la planta de Tsuruga (Japón), debida a la mala calidad de los materiales: no como ahora. El 26 de abril de 1986 el reactor número 4 de la central soviética de Chernóbil (Ucrania) explotó durante una prueba de seguridad: era el periodo de decadencia de la URSS, y nada era fiable. Además, las principales víctimas fueron los “liquidadores” que participaron en la limpieza y en la construcción de una zanja alrededor del reactor accidentado, por lo que si se hubiese controlado bien ese aspecto, las víctimas se habrían reducido drásticamente. Ahora no podría pasar nada parecido.

El 13 de septiembre de 1987 hubo otro accidente radiactivo en la ciudad brasileña de Goiania, provocado por la contaminación una cápsula de cesio-137 que había sido robada de un hospital abandonado y manipulada por varias personas. Naturalmente, ahora el control sobre el material radioactivo es exhaustivo. No hay problema. En abril de 1993 se produjo la explosión de un contenedor lleno de una disolución de uranio en una fábrica de recuperación de combustible radiactivo en Tomsk-7, una ciudad secreta del oeste siberiano. Era secreta y no hay datos que nos permitan minimizar las causas. El 30 de septiembre de 1999 se produjo un accidente en la fábrica de tratamiento experimental de Tokaimura (noreste de Tokyo), pero se debió a un error humano. El 9 de agosto de 2004 hubo un escape de vapor en la sala de turbinas de uno de los reactores de la planta nuclear de Mihama (Japón). Al parecer la canalización se rompió como consecuencia de una importante corrosión. Hoy, ya lo hemos dicho, los materiales no se corroen. El 8 de abril de 2008 hubo una fuga de gas en la central nuclear de Khushab (Pakistán). La planta se estaba sometiendo a una revisión anual por lo que no se encontraba en funcionamiento. Si se estaba revisando, es un indicador de que se controlaban las cosas. El 23 de julio de 2008 ciertas sustancias radiactivas se escaparon durante una operación de mantenimiento realizada en un reactor de la central nuclear de Tricastin: fallo humano, nuevamente.

Hace un par de días se acaba de producir una explosión en una planta nuclear de Fukushima (Japón), dañada por un grave seísmo. Una central, por cierto, gemela de la de Garoña. No se conoce aún bien el alcance, pero ya se dice que es el accidente nuclear más grave desde Chernóbil. La alarma se extiende a otras dos centrales de Japón. Pero el accidente se minimizará desde el primer momento. De hecho hoy mismo, en unas declaraciones vergonzosas, la presidenta del Foro Nuclear español, María Teresa Domínguez, ha dicho que en Fukushima ya está todo “controlado». Lo ha dicho hoy, 13 de marzo, cuando los datos son cambiantes en cuestión de horas. Pero no pasa nada, todo controlado.

Se minimizará, y se dirá: 1º) Que en España no estamos en territorio sísmico. Pero ese no es un dato nuevo en Japón, que se consideraba ya previsto. 2º) Que los fallos humanos no tienen por qué producirse si se extrema el cumplimiento de los protocolos. Pero los protocolos se incumplen con frecuencia en todas las partes del mundo. 3º) Que la tecnología es mejor ahora que hace años. Pero la tecnología viene siendo mejor siempre con el paso de los años. Y no deja de haber accidentes. 4º) Que se extremarán, en fin, las medidas de seguridad. González Pons ya ha pedido hoy mismo, así, en bruto, sin más, “subir” la seguridad de las centrales. Pero eso mismo se ha venido diciendo desde el primer día en que ha habido accidentes nucleares. ¿Por qué seguimos jugando con fuego? Para atender a las crecientes demandas de energía, se dice. Pero ¿qué demandas son esas? ¿Por qué son eternamente crecientes? Lo son para lo siguiente: 1º) Para llegar a Madrid en 1 hora en lugar de hacerlo en 2,5 horas: ¿tenemos tanta prisa?, ¿nos compensa el riesgo? 2º) Para poder consumir productos de Brasil o de otros lugares más lejanos que sustituyen a los más próximos. 3º) Para viajar más, consumir más, incluso derrochar más. ¿Realmente nos compensa el riesgo? ¿Cuánto es bastante?  

(Imagen procedente de El País)


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