Blog de Manuel Saravia

Ser vino

Se puede tener un nombre conocido por múltiples causas. Por tener una calle (¿quién demonios fue Montero Calvo?). Por recibir un premio importantísimo. Por ganar una medalla. Por haber hecho grandes hazañas. Por ser un asesino múltiple. E incluso, quizá (esto es más raro), por ser un filósofo de cierta importancia. Pero hay una fórmula que verdaderamente tiene su gracia y no es muy común: por dar nombre a un vino.

Me quedo con Ortega y Gasset. Tiene una calle en Valladolid (en Covaresa). Pero además el filósofo da nombre a varias decenas de calles (quizá centenas) en España y en el mundo. Hay una calle Ortega y Gasset, además de la nuestra, también en Madrid, Sevilla, Málaga, Almería, Huelva, Santander, Palencia, Logroño, Murcia, Las Palmas, Ponferrada, Cuenca, Mar del Plata y muchas más. Y en Viana de Cega. He contado más de 40, pero seguro que me quedo corto. ¿De verdad hizo tanto este hombre por tantas ciudades? Caramba, qué vida tan abundante. Y sin embargo…

En un artículo curiosísimo de María Isabel Peña se cuenta cómo Ortega y Gasset acabó dando nombre a un vino alemán que, según se dice, no debe de estar mal. Un blanco de la región de Franconia que, efectivamente, desde 1954 tiene a gala llamarse así en homenaje al filósofo madrileño. ¿Y cómo fue la historia? Pues al parecer en el verano de 1929, en Innsbruck, a un grupo de unos 12 estudiantes que estaban tomando unos vinos por la tarde en las famosas Weinkeller (bodegas) les llega por sorpresa otra docena de copas a las que les había invitado un señor que estaba por allí. El benefactor no era otro que Ortega, que se encontraba en la ciudad para dar unas conferencias y que esa tarde quería charlar con más gente. (Inciso: me admira la gente que lleva preparadas las conferencias con tiempo suficiente como para irse a tomar unos vinos el día anterior. Envidia total).

Efectivamente, según cuentan los que estaban allí no solo habló, habló y habló (de Atenas y de Leipzig y de todo lo que se le ocurrió), sino que después también cantó, contaría algún chiste y acabaron a las tres de la mañana yéndose a dormir. Le acompañaron hasta el hotel dos jóvenes del grupo, uno de los cuales era el estudiante de biología Hans Breider, que años más tarde se dedicó a la crianza del vino y bautizó uno nuevo “en recuerdo de aquella tarde-noche en la que, según afirma él mismo, aprendió a beber vino”.

El episodio del vino (la juerga de la noche aquélla) tiene gracia. Tiene vidilla. Pero me temo que la historia del nombre de la calle de Valladolid está bastante más hueca (¿qué hizo Ortega por Covaresa?). Y la de Viana. Y la de Cuenca. Y me atrevo a sospechar que la de casi todas las demás. Vuelvo a reclamar que no se pongan a las calles nombres de personas. Es siempre injusto. Porque hay muchísimos vecinos y vecinas de la ciudad que han hecho méritos más que de sobra para tener ese reconocimiento y nunca lo van a tener. Fuera nombres de personas. Y para la propia satisfacción del personaje de que se trate (o de su memoria), si hiciese falta, pues qué quieren que les diga. En mi opinión no hay duda: mejor ser vino que ser calle.

(Dos notas finales. La primera, que la imagen del encabezamiento corresponde al vino de Franconia. Procede de https://www.br.de/franken/inhalt/kultur/frankenwein-weinkunde-eigenschaften100.html. La segunda, que la cita de Montero y Calvo -así firmaba- era puramente retórica. Pues se sabe muy bien quién era. Un buen tipo, un pintor vallisoletano notable que murió jovencísimo y probablemente merezca la calle que tiene, si es que fuese buena idea poner nombres de personas a las calles. Sobre Breider: en la época del nacionalsocialismo fue miembro del NSDAP y la SA. Dirigió el Instituto Estatal de Reproducción de Vid en Alzey, y luego el Instituto Estatal Bávaro de Horticultura y Viticultura en Veitshöchheim, Franconia. Falleció en 2000).

 


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