Blog de Manuel Saravia

Templanza

Me gustaría comentar cuatro o cinco cosas en torno a la templanza. Para empezar, recordar lo que decía hace décadas Aranguren (en su Ética): que esta virtud «es la salvadora de la prudencia»; en tanto que «la prudencia es ante todo la virtud que nos asegura el sentido de la realidad». De manera que solo en un ambiente de cierta tranquilidad seremos capaces de ver las cosas como son.

También he leído que fue Demócrito quien dijo que «la templanza aumenta los placeres y hace el goce más intenso». Como enunciado suena bien. Pero es difícil. Parece un propósito razonable, aunque arduo. Que tiene que ver con una curiosa visión del hedonismo. Pues hay quien recomienda «gustos sencillos y una mente compleja». Ya no se trataría de valorar esos «placeres templados» (¿podría decirse así?), sino que al combinarlos con una mente «intensiva» resultan -aseguran- mucho más atractivos. Curioso.

Por otro lado resulta inevitable aludir a un gran éxito editorial del momento: pues la última novela de María Dueñas se titula precisamente así: La templanza: ¿está de moda la templanza?  Y no querría acabar estas brevísimas notas volviendo (la tenemos abandonada) a la etimología-ficción. Pues podríamos decir (aunque no es rigurosamente cierto) que la templanza deriva de templo. Porque, efectivamente, la templanza se construye, no se encuentra. Y vale como uno de los lugares más significativos del carácter.


Dejar un comentario