Blog de Manuel Saravia

Vermeer

Describir es un arte. Y una buena descripción es la mitad de una buena propuesta. Hay un libro de Svetlana Alpers sobre Vermeer (ya de hace 32 años, de 1983) que se titula precisamente El arte de describir, y es magnífico. Tiene algunas ideas muy sugerentes, y recojo algunas frases. Por ejemplo: “Descriptivo es el adjetivo que puede caracterizar a muchas obras a las que solemos referirnos como realistas”.

Según Alpers la descripción puede ser relajada para el espectador: “El arte holandés es una fiesta para los ojos, y, como tal, parece exigir menos de nosotros que el arte de Italia”. Ya que “los holandeses presentan su pintura como descripción de la realidad visible, más que como imitación de acciones humanas significativas”. Quizá por esa tranquilidad “en Holanda, la cultura visual era fundamental en la vida de la sociedad. Podríamos decir que la vista fue un medio primordial de autorepresentación y la cultura visual una forma primordial de autoconsciencia”.

Recuerda la autora que “los holandeses fueron los primeros en producir en serio mapas como cuadros para la pared”. De hecho, Vermeer vincula el mapa a su arte de pintor. Si bien, desde nuestra perspectiva, esa relación entre cartografía y pintura pueda parecer insólita. Porque hoy nos parecen cosas bien distintas. “Los mapas ofrecen las medidas de un lugar, datos cuantificables, mientras que los cuadros del paisaje son evocativos y pretenden más bien comunicarnos ciertas cualidades del lugar. El uno se aproxima a la ciencia; el otro es arte”. Alpers habla de un “maridaje entre cartografía y pintura” que nos resulta, efectivamente, extraño.

No era así en la Holanda del siglo XVII. “Un mapa era algo que todo el mundo hacía alguna vez en su vida. Parece que era una forma tradicional de rendir homenaje a la propia patria contribuyendo al tiempo al conocimiento de ella. Era un pasatiempo corriente”. Y en los momentos más excelsos, suponía algo más. En la Vista de Delft de Vermeer, “la cartografía por sí misma se convierte en una forma de elogio”. Con todo lo dicho, creo que ha llegado el momento de intentar elaborar un mapa cálido, construido con muchas manos, con textos e imágenes, con medidas y sentimientos, un plano vívido, de la ciudad de Valladolid de hoy. Habrá que ponerse a ello. No será difícil y podrá constituir un documento que pueda resultar, a la vez, autoconsciencia y elogio.


Dejar un comentario