Blog de Manuel Saravia

Zambrano

En esta legislatura o mandato se ha hablado mucho de Zambrana. Y demasiado poco de Zambrano. De María Zambrano, para ser más exactos. Una mujer excepcional, que dejó una serie de libros igualmente singulares, propios, diferentes a todos. En los que late una potente exigencia cultural, filosófica y poética, pero también democrática. Con una escritura cautivadora. Habla, por ejemplo, de que “la función del templo, el logro esencial del arte en él empleado, es la revelación del lugar”. Dice que en la geometría del territorio, del lugar, “lo que yace bajo tierra, ‘los infiernos’, se manifiesta sin des-entrañarse materialmente, como sucede con el volcán”. ¿No es impresionante?

Está convencida de que “la poesía tiene por vocación acudir a cantar lo que nace. Y lo que nace sobre todo, en contradicción y a despecho de lo que le rodea. La poesía exige menos y ofrece más que el pensamiento: su esencia es su propia generosidad”. Y más: “¿Sucedió alguna vez que los seres humanos no habitaran en ciudad alguna? Pues que ciudad puede ser ya la cueva, el rudimentario palafito. Ciudad es todo lo que tiene techo. Y al tener techo, puerta”. La ciudad sería el lugar donde los seres que la habitan “han trazado un límite entre su vida y la del universo, una frontera”.

Zambrano embruja en cualquier cita que se quiera extraer de sus escritos. Las que van antes proceden de El hombre y lo divino, Senderos, Claros del bosque y Pensamiento y poesía en la vida española. Pero quedémonos, para concluir este breve diccionario, con tres o cuatro más, esta vez de Persona y democracia: “La soledad y la historia son, respecto al hombre, lo que el medio ambiente para el animal”. “La vida es ese abrir brecha que luego se ve que es camino”. “Individuo y ciudad (…) están mutuamente condicionados: la ciudad ya está ahí cuando el individuo nace; mas él ha de hacerla, sin tregua (…). Ha de ejercer su condición humana para estar a su nivel”. Y concluyo (cambiando la palabra “hombre” del original por “persona”), con este pensamiento esencial de la filósofa: La ciudad, en fin, podría decirle “a su ciudadano: ‘de que seas una persona depende mi existencia”.


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