Blog de Manuel Saravia

Atenas y Jerusalén

Hay un libro de Michel Tournier que me gusta traer a colación siempre que puedo. Se titula El espejo de las ideas, y me parece un texto sencillísimo para intentar evitar los maniqueísmos. Y por extensión, los razonamientos unívocos, que consideran que tienen absolutamente toda la razón porque encajan en ellos las piezas como en un reloj. Su tesis (la de Tournier) es que el mundo, y nuestra mente con él, está lleno de opuestos, pero que en muchísimas ocasiones son ambos positivos.

Pues casi siempre –dice- los conceptos-clave del pensamiento van a pares, ya que “cada uno posee un ‘contrario’ no menos positivo que aquél”. Y la atención simultánea a ambos, cuando es posible, suele ser fecunda. Considera que “un concepto aislado ofrece a la reflexión una superficie lisa en la que aquélla no puede morder”. Pero cuando se ve opuesto a su contrario, estalla o se hace transparente y muestra su estructura íntima. ¿Es el día mejor que la noche? ¿Mejor Pierrot que Arlequín? ¿Qué es preferible, el sauce o el aliso? ¿La cultura o la civilización? Gracias al tenedor, la cuchara muestra su dulzura maternal. Y la luna sólo nos dice todo lo que es cuando está a pleno sol.

Es verdad que en ciertos casos enunciar este tipo de opuestos parece más complicado. Pues nos hemos desacostumbrado a ver en alguno de los términos habituales la otra cara de la luna. Por ejemplo, los que tiene que ver, como decía antes, con las argumentaciones y la razón que las sustenta. Donde no vale oponerla, sin más, a la sinrazón (una oposición facilona y estéril). Sino que es mucho mejor verla emparejada con su cara opuesta: la poesía. No digo que el pensamiento poético (o mágico) sea preferible. Digo que es otra forma también legítima de conocimiento. Que entrega conocimiento verdadero. Entendimiento, consciencia, saber. Como alguien dijo: esa forma de razón más “cervantina”.

Un debate clásico que viene a colación con la reciente traducción del libro de Lev Shestov de título expresivo, totalmente favorable a nuestras tesis: Atenas y Jerusalén. En él se esforzaba (es de 1937) el autor en el debate de la razón, la necesidad y lo imposible. Y ahí le buscamos: en la rebelión contra la necesidad y a favor de lo imposible, que la razón nos cierra. Porque muchas veces, en muchísimas ocasiones, lo imposible es lo que merece la pena, y hacia lo que tendríamos que poner a trabajar a la razón.

(Imagen: Atenas de noche, con la luna llena detrás. Procedente de https://www.trip2athens.com/es/see-n-do/events/festivals/activity-25/)

 

 


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