Blog de Manuel Saravia

Una ley que es iris y tilonorrinco

Quizá algún lector (o lectora) abandone este post al ver la imagen que lo encabeza. Ya estamos (se dirá): partidista. Porque ahí se ve a Fernán Gómez rodeado de muchachos en la película, según creo, más bonita, más intensa, más… ¿comprometida, dulce, penetrante? que conozco sobre la educación de los niños y niñas. Es preciosa. Pero claramente posicionada (partidista). Y viene a cuento al comentar el nuevo proyecto de ley orgánica educativa (la Ley Orgánica de Modificación de la LOE, conocida como “Ley Celáa”), que nos trae a maltraer. ¿Podrá esta nueva ley hacer honor a esa película? Creo que sí. Y lo comento en las siguientes cuatro cuestiones.

1ª. Por de pronto, los debates en marcha son los de siempre. Aunque creo percibir cierto desplazamiento en algunas posiciones. Pero se mantiene el grueso de las desavenencias. En cualquier caso, se centra en el papel del profesor, que reconoce y valora. Cuando hablaba en clase don Gregorio, “todo se enhebraba, todo tenía sentido. La hierba, la oveja, la lana, mi frío. Cuando el maestro se dirigía al mapamundi, nos quedábamos atentos como si se iluminara la pantalla del cine Rex” (cita del cuento de Manuel Rivas del mismo título, origen de la película). El maestro era la pieza central. Y en la nueva ley vuelve a plantearse así.

2ª. También se decía en la película que “Los libros son como un hogar… En los libros podemos refugiar nuestros sueños para que no se mueran de frío”. Por ejemplo, los clásicos, cuyo estudio defendió recientemente la ministra de Educación en la Universidad de Valladolid (en el XV Congreso de Estudios Clásicos). “Debemos lograr -dijo entonces- el desarrollo en los jóvenes de las competencias necesarias para mantener y mejorar el humanismo del mundo digital que nos embebe, con prácticas como el pensamiento crítico, la creatividad, el trabajo en común y una comunicación eficaz”. Homero, Sófocles, Ovidio o Cicerón “han de estar presentes en todo el cambio instructivo” para la formación de personas libres.

3ª. Recordemos la educación para la ciudadanía. A ver. Decía Savater (sí, ese personaje proscrito por todos), hablando de los valores (en El valor de educar), que hay “tres virtudes esenciales de las que se deducen con más o menos facilidad todas las demás: el coraje para vivir frente a la muerte, la generosidad para convivir con los semejantes y la prudencia para sobrevivir entre necesidades que no podemos abolir”. Tres virtudes que afirman la vida humana, “y que no dependen de caprichos arbitrarios ni de revelaciones místicas, ni siquiera corresponden a un tipo determinado de sistema social”. Pero regresemos a la película: “Volvíamos siempre con un tesoro. Una mantis. Una libélula. Un escornabois. Y una mariposa distinta cada vez, aunque yo solo recuerde el nombre de una es la que el maestro llamó Iris, y que brillaba hermosísima posada en el barro o en el estiércol”. Precisamente Marta Martín, de Ciudadanos, nos ha advertido de que esta ley “es un barro”. Vaya. Dice esta diputada que “supone una peligrosa bajada de nivel y una coacción de los derechos fundamentales”. Pero yo creo que si pretende exponer que “el infierno no está en el más allá, como dice su madre, sino en este mundo”, no será barro.

4ª. En fin. Se dice que qué horror. Que cambiamos de ley educativa cada poco. 8 leyes en los últimos 40 años. Pero pienso que no pasa nada. Vayamos al guión de Rafael Azcona: “En el otoño de mi vida -pone en boca del maestro-, yo debería ser escéptico. Y en cierto modo lo soy. El lobo nunca dormirá en la misma cama con el cordero. Pero de algo estoy seguro: si conseguimos que una generación, una sola generación crezca libre en España… […] …ya nadie les podrá arrancar nunca la libertad”. No es necesario que dure siglos. Ni siquiera décadas. Con que ampare a una sola generación será bastante.

La historia acaba, como es sabido, con los insultos del muchacho a su maestro cuando es hecho preso por las tropas franquistas. Al alejarse el convoy de los presos y ya era «una nube de polvo”, solo murmura con rabia: “¡Tilonorrinco! ¡Iris!”. Y efectivamente, creo que esta ley es también así, y se merece esos mismos insultos.

(Imagen del encabezamiento: Como ya se dijo, procede de la película “La lengua de las mariposas”).


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