Blog de Manuel Saravia

Crecen las púas del erizo

La preciosa fábula del erizo, con la que Schopenhauer intentaba explicar el juego de la cercanía y la separación, de las necesidades imperiosas y simultáneas de contacto y aislamiento que se dan en todas las relaciones humanas, cobra hoy (es obvio) una extraña actualidad. Pero recordemos cómo era la historia: En un día frío, un grupo de erizos siente la necesidad de juntarse para darse calor. Pero al acercarse mucho, las púas de los otros erizos les dañan, y se separan algo. Con lo que vuelve el frío, y se acercan. Se abre un dilema: herirse con la cercanía de los otros o morir de frío. Y van ajustando la distancia hasta que encuentran la óptima: ni demasiado daño ni demasiado frío.

Hoy vivimos dominados por la “distancia social” que nos marca la separación. Pero Michael J. Sandel, en su último libro, La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien común? (Barcelona, Debate, 2020) aporta una visión distinta, que quiero ver como actualización sangrante de aquella fábula. “Desde un punto de vista moral, la pandemia vino a recordarnos nuestra vulnerabilidad, nuestra dependencia mutua. ‘Todos estamos juntos en esto’. Muchas autoridades y anunciantes echaron instintivamente mano de ese lema. Pero lo que ello evocaba era una solidaridad del temor a contagiarse que exigía que se mantuviera la ‘distancia social’ (…). La coincidencia de solidaridad y separación es un contrasentido aparente que deja de serlo en el contexto de una pandemia como ésta”.

Pero Sandel se dirige a la “paradoja moral de la solidaridad mediante la separación”, que pone de relieve la vacuidad del “todos estamos juntos en esto”. Porque en un momento en que vivimos “una desigualdad y un rencor partidista casi sin precedentes”, una “tóxica mezcla de soberbia y resentimiento”, no parece que estemos en condiciones para “extraer la solidaridad que ahora precisamos”. Los ganadores de la globalización “se fueron apartando de los perdedores y pusieron en práctica su propia visión del distanciamiento social”. Porque “quienes acaban en la cúspide de la pirámide social terminan creyendo que se merecen el éxito que han tenido”. Y miran con desdén al resto. ¿Estamos todos juntos en esto?

Las púas han crecido demasiado. No nos llega el calor. El daño es excesivo. “Movilizarnos -sigue Sandel- para enfrentarnos a la crisis de salud pública mundial que tenemos ante nosotros requiere no solo del conocimiento experto médico y científico, sino también de una renovación moral y política”.

(El erizo de arriba procede de blog.elpais.com/.a)


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