Blog de Manuel Saravia

El buen debate

Es curioso el contraste inicial (el sobresalto, podría decir) entre dos textos que se refieren al debate y la deliberación pública. Uno, de Sergio Parra: “Asúmelo ya: debatir no sirve para nada de lo que siempre has creído” (en www.jotdown.es/2016/09). Otro, de Félix Ovejero, donde se nos dice que la democracia deliberativa, el republicanismo, exige siempre deliberación pública (Sobrevivir al naufragio. El sentido de la política, Barcelona, 2020). No son asuntos idénticos, es obvio. Uno se refiere a todo tipo de debates, otro a los de carácter público, con consecuencias legales o normativas. Pero se mezclan. Es bueno debatir, sin duda. Es necesario debatir. Pero no es fácil debatir bien.

Parra nos advierte sobre las dificultades para desembarazarnos de las convicciones previas a cualquier debate, del peso de las emociones en su discurrir (“un debate es un intercambio de emociones, no un análisis racional”), y de la poca confianza que se puede tener en las argumentaciones para aceptar otras posturas. Pero Ovejero nos insta a hacerlo. Desde el punto de vista democrático, nos dice, no cabe otra opción. Las decisiones han de fundamentarse en razones públicas bien explicadas, bien argumentadas. Y contrastables. Pues “el bulisis del ideal republicano radica en atender cabalmente a las razones de todos”.

Con frecuencia asistimos a procesos de debate o deliberación que podríamos calificar como desestructurados. Se plantea una propuesta, con sus argumentos, que se defienden públicamente. Por otro lado, pueden aparecer críticas o razonamientos que se oponen o matizan la propuesta. También respuestas parciales, limitadas, en redes sociales o en ruedas de prensa. Y un conjunto de artículos de prensa o debates en radio y televisión de los que, por lo general, no es fácil acabar articulando una visión integrada. Por decirlo de forma sintética: habría que reducir el ruido. Mitigar todo lo que no ayuda a comprender cabalmente los contenidos del debate, y lo distorsiona enormemente.

Lo más habitual, en parlamentos o plenos municipales, es que la deliberación o el debate sigan (más o menos) el esquema de Popper: unos a favor, otros en contra de una determinada propuesta, con unas posiciones que se acaban manifestando en el voto. Con intervenciones sucesivas, y todas de carácter oral. Pero también se debate, simultáneamente, en los medios, con un sistema parecido. Unos defienden, otros critican. Se dice que cuando los debates son radiofónicos es más fácil contrastar los argumentos. Porque cuando se ofrecen en televisión, “la imagen termina por inhabilitar el proceso comunicativo”. Lo del sudor de Nixon en su debate frente a Kennedy.

Eso sí, en todos los casos, al plantearse como debates orales, “en tiempo real”, se observa un problema añadido: no se puede dejar de hablar. Los temas salen y deben ofrecerse los contrastes en el momento oportuno. Que no pare el espectáculo. Y con ello se pueden distorsionar los componentes esenciales de la información y el análisis (los datos, las reflexiones), para que otros factores adopten un papel fundamental: las emociones.

Porque a veces los debates son como espectáculos deportivos (Galindo Pérez en “El debate televisivo: de la información al espectáculo”, en La comunicación a la vanguardia. Tendencias, métodos y perspectivas, Madrid, 2021). Cuando el modelo es Tómbola o Sálvame, con temas en los que no se profundiza, eslóganes repetidos una y otra vez (“estilo pelea, interrupciones, ridiculizaciones, tonos elevados, gesticulación, zascas, incluso reacciones del público con aplausos, abucheos, risas o gritos”), estamos perdidos. El ruido puede acabar abrumando el debate.

Se ha dicho que cuando se trata de analizar temas complejos, no reducibles, sin más, a un sí o un no, que exigen orden y rigor, no vienen bien los debates orales. Por tanto, desde consideraciones democráticas, creo que el buen debate, en temas importantes y de gran complejidad, debería ser fundamentalmente por escrito. No solo. Pero sí ante todo. Escrito, público y ordenado. Sin demasiado ruido innecesario.

(Imagen: Debate en Junta de Portavoces de la Cadena Ser de Valladolid, 5 de octubre de 2015, procedente de cadenaser.com).


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