Blog de Manuel Saravia

¿Qué haces a las 5 de la mañana?

Si Monet es un artista de la pintura, Juan de Juni de la escultura y Sarah Kaufmann una artista del queso. Si Steve Jobs fue un artista visionario, Louis Wain el artista de los gatos y Carlos Carreño un artista del metal. Si a Rubén ‘Chino’ López se le conoce como el artista del aire y a Susana Szwarc como la artista del sueño. Si Frida Kahlo era la artista del dolor, Panenka el artista del gol, el ministro Planas un artista de la confusión y Albert Pla un artista de Sabadell. Si Kafka nos contó la historia de un “artista del hambre”… es que todos somos, o podemos ser, artistas. Por lo que nos vendrán bien algunas indicaciones sobre cómo trabajar para conseguir que el arte, nuestro arte, se eleve a la mayor altura (o descienda a las mayores profundidades, según gustos). ¿Cómo trabajaban algunos de los artistas más relevantes?

Mason Currey ha escrito dos libros con este propósito. Rituales cotidianos. Cómo trabajan los artistas (Turner, 2014); y Rituales cotidianos. Las artistas en acción (Turner, 2019). Recoge datos del trabajo de casi 300 autores. Y de ellos extraigo (citando en extenso) media docena de pistas.

1. Los artistas ¿trabajan mucho, muchísimo, poco o casi nada? Pues hay de todo. Muchísimo, Matisse, por ejemplo: “durante más de 50 años he trabajado sin parar ni un instante”. Era majísimo (lo que cuenta lo corrobora). Y concluye: “Básicamente, disfruto de todo: no me aburro jamás”. A tope, también, Anthony Trollope. Se levantaba a las 5,30 y trabajaba sin parar en el tiempo previsto. En alguna ocasión en que concluía una novela antes de cumplir el horario… “tomaba una hoja en blanco y comenzaba la siguiente”. Estajanovista. Y Picasso, entretanto, decía: “Mientras trabajo dejo mi cuerpo a la entrada, del mismo modo en que los musulmanes se quitan los zapatos antes de entrar en la mezquita”. A trabajar sin descanso. Alice Munro, por su parte, con grandísimas dificultades, nos contaba que “le encantaban las siestas”, necesarias para poder seguir adelante (escribir y atender, a la vez, a “las tareas domésticas y la crianza de sus hijas”).

2. Para ser artista, ¿conviene ser ordenado? Pues hay de todo. Aunque en general domina el orden. Henry Miller creía que “para sostener momentos de lucidez uno tiene que ser muy disciplinado”. Warhol hablaba de “su querida rut” (rutina). Stephen King “escribe todos los días del año, incluyendo su cumpleaños y festivos, y casi nunca se permite no alcanzar su cuota de dos mil palabras diarias”. Bicicleta. Tolstoi escribe “todos los días sin excepción, no tanto por el éxito de la obra, sino para no salirme de mi rutina”. Por el contrario Joyce (me encanta) “no era dado al autocontrol ni mucho menos a la regularidad”. Y Elena Ferrante nos dice: “Escribo cuando tengo ganas”. Y también: “No tengo costumbres”. Genial.

3. Los artistas, ¿se ayudan con… café y esas cosas? Pues hay de todo. Beethoven se preparaba su propio café: tenía que haber 60 granos por taza, y a menudo los contaba uno a uno para lograr la dosis exacta. Kierkegaard, por su parte, llenaba la taza de azúcar, con copete, y luego echaba café “increíblemente fuerte, que disolvía despacio la pirámide blanca”. En fin. John Adams se preparaba “infinitas tazas de té verde”. Balzac: 50 tazas de café al día. Auden habla de la “vida química” (te entendemos). Y Bacon nos cuenta que “a menudo me gusta trabajar con resaca porque mi mente chisporrotea”. Larkin prefiere trabajar cuando “medio me emborracho por la noche” (atención a ese “medio”). Maggi Hambling necesitaba el tabaco: “trabajar y fumar volvieron a ser dos acciones inseparables para mí”. Y Toulouse-Lautrec se preparaba para trabajar sus “infames cócteles” (como el de la “cola de pavorreal”).

4. ¿Dónde trabajan? Pues hay de todo. Muchos en casa. Aunque algunos, como Kafka, hacían “sutiles maniobras” de ocultación. Los hay que prefieren su estudio que, eso sí, tiene que estar completamente desordenado, con muebles rotos y desechos apilados sobre el suelo (así lo quiere Bacon: “los interiores agradables paralizaban su creatividad”). Patricia Highsmith quería que hubiese caracoles, porque le transmitían “una especie de calma”. (Nabokov era más de mariposas). Otros (muchos) trabajaban en la cama. Como Truman Capote: “No logro pensar a menos que esté acostado”. El caso de George Balanchine es peculiar: “Cuando estoy planchando, es ahí cuando realizado la mayor parte de mi trabajo”. Umberto Eco dice que “puede trabajar en el inodoro” o “mientras nado en el mar”. En la bañera también, “pero no tanto”. Nikola Tesla “trabajaba mejor en la oscuridad y solo volvía a abrir las persianas cuando había tormenta”. Susan Sontag afirmaba que uno nunca “puede estar lo suficientemente solo para escribir”.

5. ¿Algunas manías? Pues hay de todo. Beethoven, al parecer, en sus últimos años, “trabaja en ocasiones en ropa interior, y hasta se dice que desnudo”. De Tom Wolfe mejor no hablar. Y Franklin nos informa: “me siento en mi aposento sin ropa alguna”. Qué gente tan rara. Aunque algunos de los más creativos llevan una vida mucho más vulgar. Van Gogh, por ejemplo: “Nos pasamos el día trabajando (…). Por la noche estamos molidos y nos vamos al café, y después de eso, ¡a la cama temprano! Así es nuestra vida”. Balzac, por el contrario, se sumía “en orgías de trabajo salpicadas con orgías de relajación y placer”. Y por hablar de una cantante, recordemos a Nina Simone, a quien le gustaba llegar al borde del precipicio: “La gente venía a verme porque sabía que actuaba al borde del precipicio y que algún día podía caerme”.

6. Pero el asunto fundamental, el que nos convoca: ¿qué hacen los artistas a las 5 de la mañana? Porque esa hora es crítica. Pues hay de todo. Muchos (creo que la mayoría), dormir. Pero otros aún no se han acostado. Y otros más acaban de despertarse. Pollock dormía hasta las primeras horas de la tarde, y trabajaba toda la noche. “De otro modo los vecinos nos perdían el respeto”. Auden pensaba todo lo contrario: “Solo los ‘Hitlers de este mundo’ trabajan de noche; ningún artista honrado lo hace”. Gunter Grass: “No creo en escribir de noche porque resulta demasiado fácil”. Y Hemingway escribía “todas las mañanas, lo más cerca posible del amanecer”. Doris Lessing se levantaba “a las cinco, cuando se despertaba el niño”. Isabel Allende, más o menos a la misma hora, tomaba café con su perro. Y se ponía los tacones “porque me ayuda a animarme a empezar el día; si me quedara en pijama no haría nada”.

Lo cierto es que, cuando hablamos de creación artística (pintura, escultura, queso, visiones, gatos, metal, aire, sueño, dolor, gol, confusión o Sabadell), “hay una tremenda incertidumbre que es inherente a esta profesión”. Y así, sabemos que “un buen médico no está en conflicto con su trabajo”. Pero “un buen escritor entabla una batalla con su obra”. (Lo dice Philip Roth). A tortas con su trabajo. Siempre en vilo. Y tú, querida lectora (o lector), ¿qué haces en esa hora tan difícil de las 5 de la mañana?

(Imagen del encabezamiento: Doris Lessing trabajando. Procedente de elcultural.com/doris-lessing-pionera-y-transgresora).

 


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