El Premio Nobel de Literatura de 2021, el tanzano Abdulrazak Gurnah, es conocido por su condición de refugiado, y por escribir sobre los refugiados. La propia Fundación Nobel, al entregarle el premio, valoró hasta qué punto estaba comprometida su obra con “la suerte de los refugiados”. Con 18 años huyó al Reino Unido para escapar de la violencia y la represión de su país. Fue testigo de persecuciones, encarcelamientos, abusos, asesinatos. No lo tuvo fácil. Y ahora nos dice: “Podría parecer que las cosas han mejorado. Pero una vez más, cuando hay nuevas llegadas (de refugiados), se les aplica la misma medicina, el mismo viejo desprecio en los diarios, el maltrato, la falta de compasión del Gobierno”.

Frente a las guerras, destrucción, persecuciones y miseria que obligan a millones de personas a abandonar su hogar, hay que actuar para salvar la paz. Pero también contribuir a aliviar la condición de los refugiados. Por ejemplo, con centros de acogida, como el que se pretende construir en Valladolid sobre la parcela que cede el Ayuntamiento. “No se puede parar un tanque con un libro”, ha escrito Gurnah. Y, en efecto, tampoco se puede arrojar la parcela contra los aviones que bombardean, ni sirve como alimento a quienes se ven obligados a abandonar su país.

Pero, aunque “la literatura no pueda impedir las tiranías”, es posible que sea útil para, quizás, «arrojar luz” (Gurnah, de nuevo). La parcela que se cede para la construcción de un Centro de Acogida de Refugiados no resolverá el dolor, ni cerrará “el abismo entre culturas y continentes”. Pero será la base para un refugio seguro, para construir algo parecido a un hogar en el que acogerse temporalmente quienes vienen esperando nuestra hospitalidad. Formando parte, ese suelo, y nosotros con él, de los cimientos de la convivencia democrática.

(Imagen: Dos jugadoras del Rayo Vallecano en la biblioteca del Centro de Acogida a Refugiados de Vallecas. Procedente de fundacionrayovallecano.es)